MEJOR NO DIGAS SU NOMBRE. Winona Ryder y Michael Keaton. |
Parecía que no vería la luz, o que era un rumor el que estuviera en producción, pero en septiembre pasado por fín Beetlejuice Beetlejuice, secuela tardía de uno de los clásicos de Tim Burton de 1988, tuvo su estreno. Al haberla visto en cine siendo un preadolescente, no podía perderme la segunda parte en pantalla grande. No se preocupen, durante esta reseña trataré de no decir su nombre tres veces seguidas, por peligro de invocar al fantasma que da título al filme. Estar sentado frente a la pantalla, y ver de nuevo reunidos a todos los personajes, fue para mí la experiencia más nostálgica del año. Bueno, más bien el ver a casi todos los personajes, ya que, desfortunadamente, la experiencia no fue del todo completa debido a grandes ausencias.
Nuevamente tenemos a Winona Ryder (¿Tendría caso hacer el filme sin ella?) como Lydia Deetz, y a Catherine O'Hara como Delia, su madrastra; ah, y por supuesto, a Michael Keaton como Beetlejuice (otro actor necesario para que esta secuela tuviera sentido). No importa cuanto maquillaje tenga Keaton encima, ya que las arrugas, pliegues en la frente, y patas de gallo se le notan y mucho. Bueno, han sido más de 30 años desde que interpretó al personaje. Pero ¿qué importa? Keaton volvió a interpretar a Batman (otro icónico personaje que interpretó bajo la dirección de Burton por aquellas épocas también) en la reciente Flash, y lo hizo bastante bien.
Keaton lo consigue. Maquillaje y peluca hacen también magia para darnos un Beetlejuice "reloaded". Las ausencias que pesan -quizás demasiado- son el no tener de vuelta a actores que le dieron identidad también al filme original, como Jeffrey Jones, quien interpretó al padre de familia súper positivo y observador de aves ¿La razón de su ausencia? Problemas legales que tuvo en 2002, al declararse culpable por un cargo de pedofilia debido a unas fotografias sexualmente explícitas que le tomó a un menor de edad. Y ya que estamos en temas legales, es posible que Alec Baldwin (quien junto a Geena Davis interpretó a la pareja fantasmagórica de recién casados) tampoco aparece en la película debido a los problemas legales que tuvo al causar accidentalmente la muerte de una directora de fotografía durante la filmación de un western.
Tampoco tenemos el regreso de uno que otro personaje secundario, como Glenn Shadix, quien interpretó al regordete hermano de Delia, o de Sylvia Sidney, quien interpretó a la fumadora Juno, la guía que orienta a Barbara y Adam (Davis y Baldwin) en el más allá, y que les previene de recurrir a...., bueno, ya saben quién.
Burton decidió resolver la ausencia de Jeffrey Jones de la forma más creativa posible: matar al personaje. ¿Dónde está lo creativo? En contarnos cómo pasó, en la forma de una increíble animación en stop-motion cargada de humor negro, que el director incerta justo en el primer acto. Pero ahí no acaba todo, ya que el personaje seguirá presente durante buena parte de la historia de una u otra forma. Aunque no será nada bonito ver cómo lo trata Burton, usando situaciones que pueden verse como travesuras crueles de Burton para su antiguo colaborador (Jones también apareció en Ed Wood y Sleepy Hollow.)
Lo impresionante de esta secuela, es que a 36 años del estreno del filme original, Keaton repite el papel con la misma energia explosiva, transformándose y haciéndose irreconocible. Es el mismo fantasma gritón de voz aguardientosa y rasposa, que odia a los vivos y es un especialista en asustarlos y deshacerse de ellos. Como una especie de extra, tenemos aquí, en la forma de un minirelato, algo que puede calificarse como "la historia jamás contada de Beetlejuice", una graciosa secuencia en blanco y negro, narrada por el mismo Beetlejuice en italiano. Al ver ésto, es como si Burton tuviera todavía una cosquilla difícil de calmar desde que dirigió Ed Wood, ya que esta secuencia parece casi pensada para este filme.
En dicha mini historia se revela la existencia de su amor perdido, Delores (Monica Belluci, interpretando un personaje que dice apenas unas pocas y muy cortas lineas en la película), que estará de regreso como un espíritu demoniaco buscando venganza pasional, mientras absorbe energía de los espíritus con los que se va topando.
El filme vuelve a ser musicalizado por Danny Elfman, reorquestrando el tema musical con una secuencia de créditos que homenajea a la original, con la cámara sobrevolando de la misma manera el pueblito (la casa de los Deetz es, de hecho, una replica de la original). Y el viaje nostálgico al pasado empieza. Lydia no estará de regreso al pueblo completamente sola, sino con una hija, Astrid (Jenna Ortega, a quien ya pudimos ver en la serie Wednesday, en Netflix, producida por Burton).
En el pueblito el tiempo parece no haber pasado en todo este tiempo. Todo sigue ahí: la vieja casona, el puente donde cierta tragedia ocurrió, y claro, la maqueta. Lydia y Astrid se llevan fatal, esta última cree que su mamá es un fraude y que no tiene el don de ver espíritus. No ayuda mucho el que Lydia tenga un programa de televisión de baja categoria, en donde entrevista gente que vive en casas embrujadas.
Willem Dafoe es una de las caras nuevas, quien interpreta al fantasma de un otrora doble de cine, y que ahora en el más allá se dedica a trabajar como detective privado con medio cerebro expuesto, y que se encuentra investigando el caso de Delores. También está Justin Theroux, quien interpreta a la pareja de Lydia, quienes sostienen un romance seco, apagado, y con nula química.
Es cierto que la sorpresa de ver a Beetlejuice no es tanta como verlo por primera vez en el cine en 1988. Lo sorprendente para mí fue ver lo bien que Burton consigue resucitar (en más de un sentido) al personaje, aunque tal vez no exactamente haciendo lo que más disfruta: asustar. Ahora tiene su propio negocio, y tiene a su cargo a muchos de esos personajes altos de cabeza pequeña. La "Guía para los Difuntos Recientes" no podía faltar, sólo que aquí tiene un papel todavía más decisivo en la historia.
Burton no ha tenido temor de llevar la nueva película a terrenos algo más gráficamente violentos, haciéndola más obscura, y algo más sangrienta. Pero también es verdad que Burton recurre a viejos trucos que funcionaron en el primer filme, como poner a Beetlejuice de espaldas mientras asusta a quien tenga enfrente, haciendo una cara, con seguridad terrorífica y asquerosa, con patas de ranas saliendo de la cara. La duda sigue en saber cómo es dicha cara, además de que aquí no lo vemos comer una sola cucaracha.
¿Burton corre el peligro de repetirse a sí mismo? No exactamente, ya que si bien nos da uno que otro de esos destellos de nostalgia cinéfila en la película, en general esta secuela se siente fresca, con el claro interés del director de hacer que personajes y trama avancen, que nos importen nuevamente. No será la enorme sorpresa cargada de un humor negro original y loco como lo fue la primera película, y ahora la casa ya no es tanto un personaje más; el objeto en disputa entre un matrimonio tranquilo y tradicional, y una familia excéntrica. Ahora es básicamente la historia de una madre buscando acercarse a su hija, mientras esta última, a su vez, trata de saber quién fue realmente su papá y qué fue de él; si vive o ha fallecido.
La nueva escena musical no se caracteriza mucho por ser sencilla y graciosa como lo fue la original, con el baile en el comedor al ritmo de Day-O, cantada por Harry Belafonte, y con camarones agarrando las caras de los comensales. La de ahora es divertida, aunque todo lo opuesto a ser sencilla, siendo más grande, elaborada, con más acción y efectos especiales, moviéndose al ritmo de Richard Marx y Right Here Waiting.
Como fan, Beetlejuice Beetlejuice me ofreció, no nada más ver de nuevo a Winona Ryder en pantalla grande, igualmente en todo su elemento reinterpretando uno de los papeles que marcaron su carrera, sino también para comprobar la gran confianza y vitalidad con la que Burton retoma todo desde donde se quedó. Me ha dejado con la gran interrogante: ¿Si hay una tercera película se llamará "El Hijo de Beetlejuice"?
A la renta y en Max desde el 6 de diciembre.
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