lunes, 1 de noviembre de 2021

MÁS SABE EL DIABLO POR VIEJO

Aquí el diablo supo más por...diablo.
 

Mrs. Doubtfire (1993) siempre me ha parecido una excelente comedia, aunque no completamente creíble. No sólo es el hecho de que la familia protagonista nunca tiene la más ligera sospecha de que la Sra. Doubtfire del título es el papá, con maquillaje y prostéticos. Pero lo menos creíble, es el hecho de que el papá (Robin Williams) tiene que ponerse a diario dicho maquillaje para hacerse pasar por la Sra Doubtfire, haciendo el trabajo de un verdadero maquillista profesional, cuando él sólo es un actor de doblaje. Sin embargo, luego de ver Más sabe el Diablo por viejo, creo que la Sra. Doubtfire me pareció más creíble en comparación con este churro apestoso, que se roba por completo la idea del filme protagonizado por Robin Williams. 
 
Dirigida por José Pepe Bojorquez (realizador de Cómo Caído del Cielo, otro churro mucho peor), la película cuenta cómo Teo (Osvaldo Benavides), un actor sin suerte y venido a menos, quien luego de ser echado de su casa por no pagar la renta, decide hacerse pasar por un actor septuagenario, para ocupar un lugar en la Casa del Actor. Esta Casa del Actor ni siquiera es la verdadera, sino un idílico lugar de fachada europea, sin problemas con sindicatos de actores, y que se nota cuenta con mucho presupuesto. No creo que sea fácil ser admitido en la casa real, ni que acepten a cualquiera. Sin embargo, Teo llega a la Casa del Actor ficticia, completamente maquillado y caracterizado como anciano, con el infaltable amigo idiota (Martin Altomaro, nuevamente queriendo ser una cruza de Zach Galifianakis y Jack Black) y es aceptado.
 
¿Cómo consigue Teo que lo admitan? Muy fácil. Aprovechando que le dieron un documento con un error en su edad, y sin que le pidan identificaciones oficiales con foto, el director del lugar (Arturo Barba) lo recibe con los brazos abiertos. Nuestro Teo tendá que llevar a cabo la misma proeza que Robin Williams en Mrs. Doubtfire, es decir, el ser todo un maquillista profesional para ponerse cada día, sin ayuda, el muy elaborado maquillaje de anciano. No sólo el director se traga el teatro, sino todo el staff, en donde no puede faltar la guapa en turno (Sandra Echevarría), quien de inmediato se convierte en su interés sentimental, y otra ayudante (Lupita Sandoval). En ninguno se despierta sospecha alguna al ver que un actor desconocido llega sin avisar de antemano a ocupar, de gratis, un nada despreciable lugar que parece un cuarto de hotel de lujo. En serio, la casa tiene hasta una cava bien surtida de vinos.
 
Reconozco que el filme tiene un par de ideas graciosas, como el hecho de que Isela Vega y Lorena Velázquez empiezan a rivalizar para ver quién atrapa primero la atención del recién llegado, o que Teo, viendo si le pueden dar el papel de Rey Lear en una puesta en escena, termina aprendiendo una que otra lección sobre actuación nada menos que de Ignacio López Tarso, justo en el tercer acto de la película. Pero con gags verdaderamente terribles y asquerosos, como aquel de la caca de perro (en serio, está fatal), o el hecho de que el personaje de Echevarría no se note muy incómoda que digamos con los coqueteos que Teo, maquillado de anciano, le hace desde que llega a la casa, la película no te la crees ni a golpes. La experiencia termina siendo torturante, y además, extraña. De lo peor del 2018.
⭐⭐

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