jueves, 7 de mayo de 2020

CHICUAROTES


Benny Emmanuel y Gabriel Carbajal
Prefiero mil veces al Gael García Bernal director, que al Gael García Bernal actor. Su primer largometraje, Déficit (2007), me pareció un filme, si no logrado, sí interesante, a pesar de que su historia se sentía plana y con poca fuerza. Chicuarotes, su segundo y más reciente largo, es, en comparación, mejor. Lo cierto, es que el "charolastra" tiene algo qué decir en sus filmes, y una visión particular para hacerlo. Aunque Chicuarotes no nos presenta temas verdaderamente nuevos y que no hayamos visto antes en el cine mexicano, como el secuestro, los linchamientos, y la delincuencia juvenil, la forma en que García Bernal y su guionista, Augusto Mendoza, intentan contarnos la historia es atractiva y con humor. Lo malo, es que dichos temas terminan algo desplazados, con uno que otro momento en la historia como sacados de algún melodrama de la "Época de Oro" del cine mexicano, y a personajes cliché, como el padre borracho y golpeador, la mamá que sufre de los abusos y violencia física de aquel.
Nuestros protagonistas son dos chicos, el Cagalera (Benny Emmanuel, con carisma de sobra, pero sobreactuado la mayoría del tiempo), y su inseparable colega, el Moloteco (Gabriel Carbajal), que cuando no están trabajando de payasos contando chistes terribles en el transporte público, se dedican a asaltar a los pasajeros ("De vez en cuando, no es que lo vayamos a hacer de diario", dice Cagalera a su amigo. "Bueno, así empezó Cantinflas", le contesta el otro). Sin embargo, cuando Cagalera se entera por un amigo que con 20,000 pesos puede conseguir un trabajo estable en la Comisión de Electricidad, aquel tendrá la ocurrencia de improvisar un plan que no puede fallar: secuestrar al hijo de un carnicero, pedir una cuantiosa suma por el rescate, y huir del pueblo en donde vive (tal vez, hacía Las Vegas) con su novia, Sugheili (Leidi Gutiérrez).
La película tiene buena dirección de fotografía, un atractivo diseño de producción, y momentos de humor, provenientes de ver una trama sobre dos idiotas sin la más remota idea de lo que están haciendo, descuidados, y sin saber cómo llevarlo a cabo exitosamente. El final no es del todo satisfactorio, pero la película acaba siendo visible, pasable, y lo más importante, una película que se siente fresca y auténtica, con rostros nuevos; la clase de cine mexicano que se necesita ver más en cartelera.
⭐️⭐️⭐️1/2

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