sábado, 13 de junio de 2015

WHIPLASH * * * *

LA NOTA CON SANGRE ENTRA.
Miles Teller y J.K. Simmons.
Fletcher, maestro de música y director de una jazz band en el conservatorio de música Shaffer, tiene una obsesión por la batería inexplicable para quien esto escribe, como fan del jazz y de las big bands clásicas. Damien Chazelle es el director y escritor de este poderoso y enérgico tributo al jazz, (especialmente por las percusiones), en el que deja patente su reverencia por genios de la batería, como los legendarios Gene Kupra y Buddy Rich (a quien se hace constante referencia en el filme).   Whiplash pone a la batería en el lugar que le corresponde, un instrumento tan importante como el  saxo, el piano o la trompeta. Se requiere de una maestría brutal para ejecutarla, al igual que una fuerza y condición físicas descomunales. 

La película (que tiene su origen en un cortometraje dirigido en 2013 por el mismo Chazelle) es una dura lección de música, pero también una de disciplina, concentración y verdadera apreciación musical. Un joven aspirante a baterista, Andrew (¡Por Dios, que alguien le de un maldito premio a Miles Teller, la bataca de oro, o algo, por que el chico está impresionante en su interpretación!), quien pronto se dará cuenta que pasar de una banda musical de primerizos a una de avanzados no es cualquier tontería. Será una experiencia que irá más allá de lo que esperaría, una que le costará -literalmente- sangre, sudor y lágrimas.

Ver Whiplash, es comparable a la experiencia de ver a un boxeador subirse al ring (en este caso, sentarse frente a la batería), y enfrentarse a una fuerza desconocida. Fletcher está más cercano de ser un sargento en un cuartel, con ganas de comerte, masticarte y escupir en el suelo lo que quede de ti. No es el paciente y comprensivo profesor, dispuesto a sentarse contigo y practicar los casi imposibles swing dobles que el chico intenta sacar. Andrew pasa horas y horas rompiéndose el alma frente al instrumento, sumergiéndo las manos en hielo para calmar el dolor en las manos, mientras las observa sangrar. Hace que uno se pregunte si los grandes bateristas tienen que pasar por esto, pero también puede ser que no hayan tenido un maestro como Fletcher, el cual por cierto está interpretado por un magistral, monstruoso, gritón e intenso J.K. Simmons, quien merecidamente se llevó el Oscar a Mejor Actor de Reparto este año. 

Whiplash no está lejos de parecerse a una película deportiva sobre el triunfo del espíritu y el no rendirse para llegar a una meta. Los dos protagonistas transmiten una enorme fisicalidad en pantalla. Fletcher es despreciable de una forma fascinante. Ninguno de sus alumnos se atreve siquiera mirarle a la cara cuando este habla. Tiene incluso algo de bully, en su afán de querer hacerles la vida de cuadros. Es extraño el ver cómo no se concentra en otro instrumentista más, por ejemplo, el pianista, o por qué no, el clarinetista. Aunque en una escena crucial, no parece importarle sacar su cara más sensible, al mostrarle a sus alumnos la grabación de un antiguo alumno ejecutando el sax. Con lágrimas en los ojos les cuenta su historia, de cómo llego a ser seleccionado por Winton Marsalis para incorporarse al Lincoln Center.

Milles Teller (quien en la vida real es baterista) es la representación del aprendiz incansable, apasionado de la música, con destellos de genialidad, solitario, aunque no muy sensible a la hora de tratar a su chica. No dejará que ningún obstáculo se interponga en su camino para conseguir lo que quiere: sobresalir y ser el mejor.

Whiplash es una carta de amor al jazz, un tour de force impresionante, insano y cruel entre maestro y alumno. Haciendo un balance general, el filme acaba siendo más un espectáculo percusivo ideal para amantes del género, que una trama que intente profundizar en las complejidades de la narración, o en los mismos personajes que la conforman. J.K. Simmons se roba el número con su sádico y diabólico retrato de un maestro de música de matices encontrados y que siempre viste de negro. Sus métodos son cuestionables, y quien se acuerde de Mr. Holland Opus (1995),  entenderá por qué digo que Fletcher es como la  obscura versión del maestro de música interpretado por Richard Dreyfuss en dicho filme. Hay lagunas en la trama, cosas que no son creíbles. ¿Acaso no hay otros maestros en el conservatorio que se preocupen por lo que pasa en el salón de Fletcher, en donde grita, humilla y lanza objetos a sus alumnos? ¿No hay quejas de alumnos insultados, o un director preocupado y teniendo que tomar medidas? Pero la música te acaba enganchando, atrayendo, hipnotizando, distrayendo, y golpeándote el alma con cada gota de sudor y sangre que emana de Andrew.

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