miércoles, 24 de septiembre de 2014

BLUE JASMINE * * * *

EL DÍA QUE ESCUCHÉ BLUE MOON...
Sally Hawkins y Cate Blanchett.
Blue Jasmine es la mejor película de Woody Allen desde Midnight in Paris. Además, es menos "turística" que muchas de sus anteriores películas (To Rome with Love, por ejemplo). Allen está de regreso en E.U. filmando en San Francisco, pero es evidente que esta vez la menor de sus preocupaciones fue hacer una película "postal", sin hacer las locaciones muy notarias u obvias. Su mayor centro de atención ha sido el drama, así como la buena dirección de todo su reparto y la evolución de sus dos protagonistas femeninas. Allen nos cuenta de nuevo sobre la infelicidad de los ricos y la dolorosa dicha de los pobres. Cate Blanchett podría convertirse en una de sus nuevas musas. En su  primera colaboración con Allen, la actriz está sencillamente fenomenal, y su Oscar a Mejor Actriz este año fue más que merecido. 

Blanchett interpreta a la Jasmine del título, una mujer adinerada y de alcurnia, aunque con serios problemas mentales. Es adicta a los tranquilizantes y tiene problemas con la bebida. Para llegar a ese estado, Jasmine ha pasado por un desastroso matrimonio junto a un inescrupuloso hombre de negocios (Alec Baldwin, en un papel confeccionado a la medida para él), cuya millonaria fortuna ha sido formada estafando y robando a gente en negocios fraudulentos. Una de sus últimas víctimas, el cuñado de Jasmine (Andrew Dice Clay), acabó arruinado, y quizás por esa misma razón el matrimonio de su hermana, Ginger (Sally Hawkins), se fue por la borda.

Jasmine y Ginger no son precisamente hermanas biológicas, sino por adopción. La historia contrasta  cómo ha sido la vida de las dos mujeres, contándonos el ascenso y caída en la escala social de Jasmine en la forma de flashback, junto a su resquebrajamiento emocional. Entre pildorazo y pildorazo, trago y trago, Jasmine se muda de Nueva York a San Francisco para pedir asilo a su hermana en su humilde hogar. Ahí tratará de hacer borrón y cuenta nueva, retomando los planes que tenía antes de casarse: entrar a la universidad y estudiar antropología, o dedicarse a ser diseñadora de interiores. 

Blanchett está impresionante, tanto en los momentos lúcidos en que Jasmine trata de salir adelante, trabajando como recepcionista de un dentista acosador (Michael Stuhlbarg), como aquellos en donde es un desastre emocional, revelándose como una mentirosa compulsiva al borde de la locura. En el avión se pone a hablar sin parar de su vida a una extraña, incluyendo detalles íntimos de su vida, o de pronto en la calle, empieza a hablar sola. Hay una escena divertida, en la que Jasmine le cuenta a sus azorados sobrinos (con expresión de "¿Y a nosotros qué diablos nos importa?") sobre cómo el día que conoció a su marido estaban tocando "Blue Moon", o detalles sobre cómo piensa rehacer su vida con un diplomático que acaba de conocer (Peter Sarsgaard).

El filme le pertenece completamente a Cate Blanchett, pero eso no quiere decir que la británica Sally Hawkins (Happy-Go-Lucky) no se encuentre también a la altura. Ambas interpretaciones son  un   contraste de personalidades (Ginger le reprocha a Jasmine que ella fue la que tuvo los "buenos genes"), de vidas dispares, de destinos bifurcados. Ginger resulta ser la hermana bienintencionada,  quien está involucrada con un hombre (Bobby Cannavale) sin la clase y porte que Jasmine espera, el cual, según ella, no cubre las expectativas en un hombre ideal para su hermana. Es la versión de Allen de "A Streetcar Named Desire", y aunque está lejos de ser perfecta (al principio es un poco confuso el cambio del tiempo presente al pasado), es el regreso del realizador al melodrama sólido, hecho con plena decisión.




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