viernes, 30 de diciembre de 2011

MIDNIGHT IN PARIS * * * *


Marion Cotillard y Owen Wilson.


Quienes seguimos de cerca la filmografía de Woody Allen, sabemos que cuando  se encuentra exclusivamente detrás de la cámara dirigiendo, deja a otro la responsabilidad de interpretar a su “alter ego”. Midnight in Paris (2011) pone a Owen Wilson en los zapatos de Allen interpretando ese “alter ego”. Wilson me ha sorprendido con una buena actuación. Aunque hace una imitación de la voz y algunos movimientos característicos de Allen, Owen Wilson logra conservar mucho de su propia personalidad en pantalla, de su propio estilo. Es un Owen Wilson en pleno control de sí mismo, en una faceta distinta, en otro universo humorístico: el de Woody Allen. Sólo él podía sacarle a Wilson una actuación así.

Midnight in Paris es un regreso a los delirios intelectuales de Allen, en donde mezcla fantasía con realidad, al estilo de The Purple Rose of Cairo (1985). Es una visión romántica y bohemia de Paris, donde Woody Allen filma por primera vez una película, con el mismo amor y cariño con que lo ha hecho en Nueva York. La “Ciudad Luz” es el escenario de una nostálgica galería de personajes, pertenecientes a la crema y nata de la intelectualidad parisina de los años 1920. Gil (Owen Wilson), un guionista de cine, se encuentra de vacaciones en Paris con su prometida, Inez (Rachel McAdams), incluidos sus futuros suegros (Kurt Fuller y Mimi Kennedy). Gil e Inez son como el agua y el aceite, el día y la noche. El primero, con problemas para seguir dando forma a su primera novela, sueña con vivir en el Paris romántico plasmado por Degas en sus cuadros o imaginado por Hemingway en “A Moveable Feast”. Inez, con un aire más frívolo, prefiere vivir en Malibu, e idolatra a un pedante tipo que se cree experto en todo (Michael Sheen), decidido a darles un muy instructivo tour por la ciudad.

El cuento de hadas comienza para Gil cuando, justo a la media noche, perdido en alguna calle, un auto antiguo pasa a recogerlo para llevarlo en un viaje al pasado, a la década de los 1920. Ahí revivirá, con total incredulidad al principio, la música de Cole Porter, y conocerá a escritores como F. Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston) y Ernest Hemingway (Corey Stoll); a pintores como Dalí (cameo de Adrien Brody) y Picasso; a Buñuel y Man Ray, así como a la más grande mecenas e intelectual de la época, Gertrude Stein (Kathy Bates). Pero el gran encuentro para Gil será con Adriana (Marion Cotillard), amante de Picasso y diseñadora de modas, de la cual quedará prendado. Adriana, por su parte, compartirá su propia visión anhelada, nostálgica e idealizada de Paris, la de la Belle Époque.

Me gustó la idea del auto como el medio de transporte de Gil hacia el pasado. Sin embargo, creo que Woody Allen tuvo algunos problemas imaginando la manera en que Gil regresa de los 1920 al 2010. Con caminar unas calles, Gil ya está de vuelta al presente, sin que sepamos muy bien cómo. La idea de todas formas me pareció muy buena, sin alcanzar la genialidad de The Purpure Rose of Cairo. ¿Todo es producto de la imaginación de Gil? ¿Se sueña a sí mismo dentro de la novela que escribe? Lo más interesante, es cuando este aparente sueño se convierte en un “sueño dentro del sueño”, justo durante ese corto viaje a la Belle Époque. Prefiero pensar que todo es producto de una magia inexplicable (hay un personaje que acaba viajando también al pasado, uno más lejano, en cierto momento del filme), y es mejor que permanezca así: inexplicable.



1 comentario:

Joel Meza dijo...

Justo la acabo de ver, Alex. Igual que tú, prefiero pensar que el viaje es mágico. Como tal, me hizo reir mucho, sobre todo los encuentros con Dalí, Man Ray y Buñuel. Los encuentros con el personaje de Marion Cotillard (qué hermosa es) me hicieron suspirar y en general los paseos por París me remontaron a mi propio viaje a la Ciudad Luz hace 10 años.
Y sí, Wilson es un Allen perfecto.
Salud y que tengas un excelente inicio de 2012.

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