martes, 11 de octubre de 2011

LAKEVIEW TERRACE * * * *


Detrás de esta aparente camaradería, estos vecinos se odian a muerte.


En esta película se plantea la posibilidad de los prejuicios raciales desde otra perspectiva, la de un policía negro hacia la nueva pareja de vecinos que ha llegado al vecindario. La pareja es interracial, un hombre blanco, Chris (Patrick Wilson) y una mujer negra, Lisa (Kerry Washington). Igual que en “Guess Who’s Coming to Dinner” (1967), pero al revés. Y nuestro policía estará lejos de ser mínimamente razonable como Spencer Tracy en dicha película. Quien se roba todo el número es Samuel L. Jackson, interpretando al intolerante e inquietante policía Abel, padre de dos hijos (Regine Nehy y Jaishon Fisher).

Desde el principio, Abel se dedicará, gradualmente, a hacerle la vida imposible a la pareja, actuando de una manera ambigua, no muy amistosa, hasta que ambos se declaran la guerra. Abel no apagará sus intensas luces de seguridad, puestas en cada esquina de su casa y que no dejan dormir a Chris y Lisa, y estos al ponerse explícitamente cariñosos en su alberca, mientras los hijos de Abel observan curiosos todo. Algo que, a los ojos de Abel, les causará un trauma insospechado.

Conforme transcurre la historia es claro que los problemas de Abel van más allá del puro racismo. El tipo es insoportable a donde quiera que va o le invitan. Es conflictivo, insufrible en sus conversaciones y pone en claro que es todo menos una persona amistosa. La dirección de Neil LaBute, en todo momento, es capaz de usar al máximo la versatilidad de Samuel L. Jackson. Su película es el estudio de un personaje impredecible, capaz de todo con tal de cumplir su objetivo: deshacerse de los Mattson a como de lugar, quienes, por su parte, están teniendo sus propios problemas maritales. Como fondo, tiene lugar un incontrolable incendio forestal, ilustrando enfáticamente la tensión que se vive entre los vecinos.

La premisa es propensa a la comicidad y autoparodia, como en esa escena en donde Abel corta con una sierra eléctrica las plantas que pone Chris como barrera, o la de la fiesta con strippers. ¿Llamar a la policía? Sabemos de qué lado estarán. Es un gran dilema el de Chris, un problema del cual se alimenta el suspenso del filme. El caso es que LaBute sabe construir un pathos y tensión emocional constantes, uno en donde los personajes siempre parecen al borde de la decisión más extrema. Al final, durante el clímax, ya todo se ha salido de control. 

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