miércoles, 5 de noviembre de 2008

UNE NOUVELLE VIE * * *

Lo que queda claro al ver Une Nouvelle Vie (1993), melodrama dirigido por el respetado director parisino Olivier Assayas, es su verdadera maestría para la dirección de actores y la fuerza que dota a cada escena. En “Una Nueva Vida”, Assayas estructura las escenas con un minucioso cuidado en el montaje, colocando a sus personajes dentro de espacios, en apariencia, pequeños.

La historia (escrita por el mismo Assayas), narra el anhelo de una chica, Tina (Sophie Aubry) por conocer a su padre, Ludovic (Bernard Verley), de quien tan sólo conserva una foto como referencia. La vida de Tina toma un giro crucial cuando se entera que tiene una media hermana, Lise (Judith Godrëche), a la que quiere conocer para ponerse al corriente en sus vidas.

La trama, básicamente, cuenta los esfuerzos de Tina y Lise por estar juntas, y contiene detalles que van dando a la historia giros eróticos inusitados. El promiscuo abogado encarnado por Bernard Giraudeau es el detonante, una especie de “abogado del diablo” que opera en las hermanas dos comportamientos distintos, pero guiados igualmente por una sexualidad desbocada: Lise lleva a cabo juegos sadomasoquistas con él, mientras Tina, por el contrario, tomará un papel más sumiso.

Como fondo a estos desconcertantes giros dramáticos, está la impecable realización de Assayas en la notable fotografía de Denis Lenoir y en la magnífica edición de Luc Barnier. En cuanto a Bernard Giraudeau, está genial en este tipo de personajes constantes en su filmografía, en tanto Sophie Aubry y Judith Godrëche, están espléndidas.

Lejos de ser el trabajo más logrado de Assayas, la ambigüedad es lo que mueve la mayor parte del tiempo a sus personajes. Un filme con un claro discurso machista desde cualquier punto de vista: el familiar (esa violento comportamiento tan contenido de Ludovic) hasta el sexual, por supuesto, encarnado por la figura obscura del abogado. Assayas salva la película en la resolución, un final abierto en el que Tina y Lise superan de alguna manera a esa figura machista que representa el abogado; así como los yugos del pasado, para así iniciar el proceso de conocerse y comenzar a entenderse una a otra.

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