lunes, 9 de noviembre de 2020

TODO LO INVISIBLE

Bárbara Mori y Ari Brickman

Para un actor o actriz, interpretar a un personaje invidente debe ser todo un reto, empezando por la investigación que previamente deben hacer, para así lucir realmente convincentes en pantalla. En Todo Lo Invisible, Ari Brickman, quien interpreta al personaje principal, un hombre que queda ciego luego de sufrir un extraño accidente dentro de su automóvil, no me resultó muy convincente. Parte de la culpa es también de la realizadora del filme, Mariana Chenillo. Durante toda la película, nada más tenemos un close-up extremo del personaje, en donde vemos que sus ojos lucen blancos y nublados por la misma condición de la ceguera (ver el póster como referencia). Sin embargo, durante el resto del filme no hay otro close-up del rostro de Brickman, y se nota que sus ojos ya no se ven como en el primer -y único- close-up, sino obscuros (o del color que sea que los tenga el actor). Cuestión de comodidad para él, tal vez. La directora seguro le dijo "Como no habrá más acercamientos a tu cara, no habrá necesidad que te pongas de nuevo los lentes de contacto". Supongo yo. El caso es que, un detalle como el anterior, por pequeño e insignificante que parezca, sacrifica el realismo de reflejar a un personaje invidente en cine.

Y sin considerarme un experto en el tema, me parece también que Brickman mueve demasiado los ojos, algo que una persona invidente real no creo que haga mucho. Como sea, ojalá ese fuera el único problema de la película. Estrenada durante el 18º Festival de Cine de Morelia, Todo Lo Invisible adolece el tener un guión malo, el cual nunca desarrolla bien ninguno de los caminos narrativos que plantea desde su primer acto. Jonás (Brickman) es un dentista, quien luego del accidente entra en depresión y crisis existencial. Con dos hijas (Melissa Rovira y Romina Soto), y una muy joven esposa que es maestra (Bárbara Mori), Jonás plantea la posibilidad de demandar a la compañía automotriz, debido a que considera que el sistema del cojín de seguridad del volante (que golpeó su cara) se activó por un defecto. Su amigo (José Maria de Tavira), un abogado con mucha experiencia en estas demandas, le asegura a Jonás que ganará la demanda, y que les podrá sacar todo el dinero del mundo. 

Hay otro problema para Jonás, y es que su ceguera le está provocando tener visiones de gente desconocida, cada vez que apaga las luces en su casa. ¿Ha desarrollado facultades psíquicas? ¿Esa gente son espíritus, o son pura fabricación de su cerebro? Ninguna de esas preguntas tiene respuesta, ya que el guión nunca se preocupa por responderlas. La historia, escrita por el mismo Brickman y Chenillo, nunca se desarrolla bien, ni por el lado de la demanda (al final nunca sabemos bien cómo terminó el asunto), ni por el lado de una historia paranormal, en donde Jonás pudiera estar viendo gente fallecida de su pasado, o espíritus que estén deambulando en su casa. La historia divaga, y prefiere tomar el camino telenovelero de mostrar a Jonás, más bien, como un padre irresponsable, que lo deja todo por que sospecha que su atractiva esposa le está poniendo el cuerno. Lo extraño, es que decide irse con su papá piloto (Tomás Owen, en una muy mala actuación), en donde recordará una frustrada carrera como músico que quiso tomar de joven, y quizás vivir una aventura romántica con cierto personaje. Al final, no hay consuelo ni nada que salve a una película más cercana a un telefilme (he visto mejores películas en Lifetime Channel), y con un final nada satisfactorio. ⭐⭐ 

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