viernes, 18 de enero de 2013

OKURIBITO * * * * *

EL ARTE DEL ÚLTIMO ADIÓS.  Tsutomo Yamazaki y Masahiro Motoki.

La película ganadora del Oscar a Mejor Película extranjera en 2009, es un relato que revela, de una manera sensible al mundo occidental, lo que podría calificarse como el arte de morir en Japón. O mejor dicho, el arte de preparar a un difunto para el viaje a su otra vida. La muerte es un tema tabú en ese país oriental, pero Okuribito (2008) no podría ser más interesante. Basada ligeramente en el libro autobiográfico de Aoki Shinmon, a través de la historia de un cellista (Masahiro Motoki), forzado a hacer un drástico cambio en su vida profesional para convertirse en aprendiz del arte de embalsamar a un difunto, se nos presenta lo que es el verdadero ritual del embellecimiento de la muerte; haciendo presentable al difunto en el último adiós que le darán sus seres queridos.

No es el trabajo por el que todo mundo hace fila para ser contratado. Daigo, nuestro cellista, regresa al pueblito que lo vio nacer, justo después de que le es anunciado el quiebre de la orquesta para la que trabaja. Sin embargo, con el avance de la historia, el realizador Yojiro Takita nos va introduciendo en un mundo que, de ser algo repulsivo (como en el primer enfrentamiento que tiene el personaje con el cadáver en descomposición de una anciana), se revela como algo completamente fascinante. Nada más un alma sensible y artística como la de Daigo puede comprender inmediatamente el significado de estas ceremonias funerarias. Su esposa (Ryoko Kirosue), junto a media población de la villa, no aprueban mucho la nueva profesión de su marido. En resumen, según le explica, es un trabajo que alguien tiene que hacer, y que ella, él y todos los demás algún día moriremos.

La precisión con la que Daigo acaba dominando este delicado arte, que incluye el vestir a los difuntos, la precisión de mover y posicionar sus manos; ceremoniosamente limpiar sus rostros, maquillarlos y arreglarles el cabello, es prácticamente la misma con la que toca su cello (por cierto, la banda sonora es bella dentro de su misma sencillez). Es casi el trabajo de un artesano, que se extiende al diseño de los ataúdes. Daigo tiene detrás traumas y conflictos existenciales, como el haber sido abandonado por su padre siendo un niño. En medio de personajes que no podrían ser más disímiles, como el de su jefe (magnífico Tsutomo Yamazaki) y su secretaria (Kimiko Yo), Daigo encontrará el impulso exacto para encontrar la paz interna, a través de un final tremenda y desafiantemente conmovedor.


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