miércoles, 7 de diciembre de 2011

RANGO * * * *


Johnny Depp exhibe sus "camaleónicas" habilidades como actor en "Rango".


Algún crítico ha afirmado que Rango (2010) es el mejor filme de Gore Verbinski  hasta el momento. Puede que sea cierto. Hasta ahora he visto todas las películas de Verbinski, excepto The Mexican (2001).  Por los comentarios negativos que he escuchado, creo que no me pierdo de mucho todavía. Verbinski tiene una sensibilidad casi infantil en algunas de sus películas. Por ejemplo, Mousehunt (1997), su primer largometraje, me gustó y está dedicado más que nada al público infantil. Sin olvidar las tres primeras películas que dirigió de la franquicia de “Pirates of the Caribbean”, que sin ser nada extraordinario cinematográficamente, han funcionado como palomeros entretenimientos familiares. Además, iniciaron una colaboración entre Gore Verbinski y Johnny Depp, que dudo mucho llegue a trascender como la que el extravagante y camaleónico actor ha tenido por 20 años con Tim Burton.

De hecho, Johnny Depp regresa a colaborar con Verbinski en Rango (2011),  primera incursión del director en el género animado. La película es una bizarra aproximación a lo que sería un moderno western, en el que hace un homenaje a los “spaghetti western” de Sergio Leone y a los westerns protagonizados por John Wayne. El único detalle, es que está protagonizado por un elenco de animales que parecen diseñados por Ralph Steadman, con un estilo entre lo grotescamente cómico y lo tradicionalmente caricaturesco. Si bien fueron extraídos de la fauna típica del desierto, hay varios que uno ve y piensa “¡Qué demonios es eso!”

El Rango del título (voz de Johnny Depp), es un camaleón de bosque tropical, aficionado a la actuación y que vive en una pecera. Accidentalmente, Rango acaba en medio del desierto, con el peligro de ser arrollado hasta por el mismo escritor Hunter S. Thompson (quien fuera amigo en la vida real de Johnny Depp), quien hace un “cameo” conduciendo su Cadillac convertible. Rango deberá arreglárselas para adaptarse y sobrevivir el calor y los numerosos peligros del desierto. Con la ayuda de una especie de lagartija, Beans (voz de Isla Fisher), Rango llega a un pueblo que parece haberse detenido en los 1880s, en dónde, como es clásico en los westerns, no verán con buenos ojos a los forasteros. Rango está lejos de ser algo que hayan visto antes los animales que habitan el pueblo, gobernados por una tortuga (voz de Nedd Betty) y afectados por la escasez del agua, un tema de varios westerns, así como la llegada abrupta de la industrialización.

El camaleón toma el nombre de “Rango” de “Durango”, un estado mexicano en donde John Wayne filmó varios westerns y tuvo un rancho, que en estos días sirve de atracción turística. Como sea, la película narra la travesía existencial de Rango, la búsqueda de sí mismo. Vamos, el reptil no sabe exactamente ni siquiera qué es. Acepta que todos le llamen lagartija así sin más. El pueblo para él es como un enorme escenario teatral. Ahí interpretará uno más de los personajes que gusta crear, presumiendo e inventando historias que lo pondrán en aprietos, hasta acabar como el nuevo sheriff del pueblo y tener que enfrentarse con una serpiente de cascabel (voz de Bill Nighy), quien es como la versión escamosa y rastrera de Lee Van Cleef. 

Y hablando de Lee Van Cleef, Rango trata de encontrar lo que un shamánico armadillo (voz de Alfred Molina) califica como “el espíritu del oeste”. Cuando nos sea revelado qué -o quién- es el espíritu del oeste será, además de delirantemente surrealista, como un respiro cinéfilo para los amantes no nada más del cine, sino del género western.

En cuestiones más técnicas, la película es impresionante. Para ser producida por una compañía “menor”, o algo más televisiva, como Nickelodeon, Rango tiene una animación de altos estándares. Los animales, si bien están lejos de lucir  ternuras tipo Disney, están caprichosamente creados en términos visuales, donde las texturas y los pelajes parecen rozar nuestras pupilas. No se diga de los paisajes desérticos, que recuerdan a los valles de Utah. Icónicos en toda su aridez, es otro logro que habla de la ambición con la que se documentaron los artistas para lograr un realismo apabullante.

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