lunes, 26 de octubre de 2020

PACTO DE FUGA

UN VERDADERO GRAN ESCAPE. 
 Chile, 1989. En la Prisión Nacional de Santiago, los presos políticos encarcelados durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet, han pedido vivir separados de los criminales comunes y corrientes. En este espacio, es donde tiene lugar la historia contada en Pacto de Fuga, primer largometraje del periodista convertido en realizador de cine, David Albala. Podemos adelantar un poco de su conclusión sin temor a estropear la película: la fuga de un grupo de estos presos políticos de la prisión, dos años más tarde, en 1990. No hay problema en contarlo, ya que dicha historia acaparó los diarios chilenos aquel año, poniendo en ridículo a las autoridades y al régimen.

Lo mejor y más interesante -y que sí dejamos al espectador descubrirlo-, es cómo se llevó a cabo dicha fuga, concebida dentro de la que terminaron llamando "Operación Éxito", planeada con sumo cuidado y en perfecta coordinación con el exterior. Pacto de Fuga es una gran película de "grandes escapes de prisión", pudiéndola colocar entre las mejores de ese subgénero cinematográfico, haciéndola más emocionante el hecho de estar basada en hechos reales.
Dos son las mentes maestras detrás de la operación, Rafael Jímenez (Roberto Farías, de "El Club"), regordete y con gran bigote, que se caracteriza por meterse siempre en problemas con el jefe de la prisión, debido a su "gran boca", y León Vargas (Benjamín Vicuña, quien luce como una suerte de versión chilena de un joven Mickey Rourke), tranquilo, de facha intelectual, y quien estará al mando de la "ingeniería" de toda la operación.
Se nota que David Albala es admirador de The Shawshank Redemption (esa gran película del escape de una prisión, con Tim Robbins y Morgan Freeman), debido a que se siente y se respira la inspiración que tiene en Pacto. En efecto, el filme termina siendo un poco Shawshank, pero también un poco The Great Escape, y otro tanto más de Papillon. Y no quiero decir que la película es todo menos original. Albala sabe imprimir a la película su propio sello y personalidad, construyendo un universo único dentro de la prisión, y que llega a recordar también a Midnight Express.
Si bien todo lo que tiene que ver con la construcción de un kilométrico túnel es muy interesante, entretenido, y no deja de tenernos boquiabiertos toda la película, así como el ver también a los prisioneros arreglárselas para deshacerse de escombros y cascajo (muy diferente en este sentido a Shawshank), Albala consigue hacer de sus personajes algo interesante, y que además nos importen. Aunque todos tienen en común sus ideologías y su rechazo a la dictadura, cada personaje tiene su propia historia y sus razones para estar encarcelados. León, por ejemplo, cuya familia fue asesinada, tiene planes de venganza de conseguir escapar.
Sin embargo, siento que el guión pudo haber quedado mejor, y que Albala hubiera podido conseguir entre sus personajes una mayor conexión, y hacer más memorables sus interacciones. Eso, y haber reducido el metraje un poco (con dos horas hubiera quedado excelente), con menos escenas de los personajes escondiendo escombros, cavando el túnel, o haciendo, deshaciendo, y rehaciendo huecos en los muros. No hubiera afectado el efecto final en nosotros: la admirable y, a la vez, tensa paciencia de meses y meses de ver la operación concluida.
Disponible en Amazon Prime Video
⭐️⭐️⭐️⭐️

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