Anna Faris. |
Anna
Faris me cae bien. Sabe que es buena para la comedia paródica, y no pretende ir
más allá de eso. Además de ubicada es guapa, no lo niego, pero como conejita de
Playboy no resulta nada creíble. Vamos a pensar que su papel se encuentra en
los terrenos de la parodia. Hasta ahí, todo bien. El mayor y más grave problema,
es que el resto de esta película es una simple y llana basura. Nunca me creí ni
me tragué su trama. Faris es una conejita que es expulsada por Hugh Hefner, a
través de una carta, de ese paraíso terrenal llamado la mansión de Playboy.
¿Por qué? Por cuestiones de edad. Acaba de cumplir 27 años, una “anciana”
prácticamente. La chica, tan sólo con un destartalado coche de los años 1980, se
dedica a buscar casa y encontrará asilo en una fraternidad universitaria, formada
por chicas marginales. Estas no son otra cosa más que personajes cliché: la
nerd, la emo, la hillbilly, la incapacitada cubierta de aparatos ortopédicos, etc.
Creo que sólo faltó la dark.
La
película no es creíble casi desde los primeros 15 minutos. Nuestra conejita,
sin tener un centavo, empezará a ayudar a sus nuevas amigas a ser populares con
una costosa campaña, que incluye calendarios, vender comida en una feria y
organizando fiestas, que de lejos lucen muy costosas. Si no logran conseguir más
miembros, su fraternidad será eliminada. ¿De dónde sale el dinero? Sólo Dios y
los guionistas lo saben. Colin Hanks interpreta el interés romántico de la
conejita desterrada, y otra serie de hechos nada creíbles tendrán lugar en sus
citas. Y de ahí, todo será terriblemente predecible y con un mensaje tan
trillado sobre el valor de la autenticidad, que dan ganas de mejor ponerse a
hojear una Playboy. ¿Tiene
algún gag bueno? Nada más el del policía, cuando le pide a la conejita que “sople”
y esta se agacha. No necesito decir más, muchos ya habrán entendido la broma.