Nick Cage y Diane Kruger. |
La
primera National Treasure me pareció entretenida, palomera y con un buen ritmo. Nicolas
Cage, caricaballo y con peluquín, resulta creíble como el cazador de tesoros
Benjamin Gates. Lo que me gustó de la antecesora de National Treasure: Book of
Secrets, fue su premisa de combinar hechos históricos (con una intención muy
didáctica) y ficción. El crear una historia donde claves secretas, escondidas
en lugares de relevancia histórica, te llevarán hacia otras, y estas a otras
más. Fue filmada en locaciones reales y, además, aprendías algo de la historia de
E.U. y su independencia.
Jon
Turteltaub vuelve a dirigir. Ahora el trasfondo histórico es el asesinato de
Abraham Lincoln. Las claves: unas páginas perdidas de un importante diario, que
pone en duda la reputación del tatarabuelo de Gates. Su misión: limpiar el buen
nombre de la familia, acompañado de la siempre efectiva presencia de Jon Voight,
quien interpreta a su papá historiador. Al reparto se agregan Ed Harris como el
villano, y Helen Mirren, como la madre de Gates, experta en lenguas antiguas.
Esta segunda parte es igualmente entretenida, aunque la espontaneidad de la
primera historia se ha perdido. Muchas situaciones son de lo más inverosímiles y
forzadas (por ejemplo, los personajes cruzan el Atlántico en cuestión de
minutos, o esa escena en la Oficina Oval de la Casa Blanca ¡Por favor!). Lo
mejor, es la cómica tensión entre Jon Voight y Helen Mirren (¿separados? ¿divorciados?
Como sea, están peleados por algo) que desafortunadamente no se explotó más.