Natalie Portman tiene el mejor trabajo en su carrera en "Black Swan". |
Darren Aronofsky desglamoriza el mundo del ballet en Black Swan (2010), mostrando su parte enfermiza y obscura. Para ello recurre a la obra más icónica y representativa del ballet clásico, “El Lago de los Cisnes”, cuya música está grabada en la memoria de muchos. Algunos al escucharla, no sabrán el título, pero seguro reconocerán la melodía de inmediato. Black Swan es un viaje surreal por los recovecos mentales de una frágil y vulnerable bailarina, Nina (Natalie Portman, genial y con un merecido Oscar a Mejor Actriz este año), que aspira a ser elegida para el papel principal en “El Lago de los Cisnes”, una complicada y exhaustiva labor, ya que es un doble papel: El Cisne Blanco y el Cisne Negro.
El suspenso psicólogico que logra Aronofsky es intenso, con todo y lo simple de su trama: una chica hermosa que tiene que luchar contra una esquizofrenia paranoide, que no la deja conseguir la perfección anhelada en sus ensayos. Además, cree que una compañera (Mila Kunis) quiere arrebatarle el papel. Aronofsky mezcla de una manera sublime la realidad y la “realidad” existente en la turbulenta mente de Nina. Hay momentos en que parece que Black Swan está inspirada en el horror orgánico de David Cronenberg, cuando Nina imagina que sus uñas se fragmentan y su piel se levanta. Estas dos realidades parecen fundirse de tal manera, que no sabemos qué es real y qué es alucinado por Nina.
El verdadero trabajo de Nina no será conseguir el “Cisne Blanco”, sino el “Cisne Negro”. Algo para lo que el director de la obra (Vincent Cassel, personaje hecho a su medida), brillante pero con un lado perverso, la pondrá en contacto con su lado obscuro, instintivo e impulsivo. Más que nada, con el lado carnal de Nina. Uno que contrasta con el rosado entorno casero (contrario al neutro y grisáceo teatro) en donde vive con su madre (Barbara Hershey), quien en su juventud fue bailarina. Una parte de Nina en donde no necesita tanto la perfección técnica, sino gracia y soltura.
La actuación de Natalie Portman es fenomenal, el mejor trabajos hasta la fecha en su carrera. Siempre tomada de la cintura para arriba en escenas de baile, es obvio que la versatilidad de Natalie no fue al extremo de ejecutar las rutinas de baile ella misma. Una doble se encargó de llevar a cabo los números complejos y técnicamente más complicados. Pero su actuación es intensa, potente y consigue, al mismo tiempo, transmitir los horrores que está experimentando su mente, viéndose a sí misma, día a día, convertirse en un cisne negro.