No sé si habrá sido por tener demasiadas expectativas al respecto, pero The Golden Compass (E.U.-Reino Unido, 2007), el filme fantástico de la temporada navideña, no me gustó tanto como yo esperaba, con una historia extraña y que no llegó a convencerme del todo. Envuelta por una serie de escándalos y polémica, calificada por miembros de la Iglesia Católica como “anti-católica” y que fomentaría en los niños sentimientos “antirreligiosos”, para ser sincero The Golden Compass, además de servirle todo esto como jugosa publicidad, es una película que lejos de hacer daño a los niños, quizás nada más les aburra un poco y, en el peor de los casos, la pasarán por alto.Confieso desconocer la fuente literaria del filme, es decir, la novela homónima escrita por Philip Pullman, publicada por la editorial Scholastic (la misma de los libros de “Harry Potter”), pero mientras me pongo al corriente en su lectura, me arriesgo a afirmar que no siento lograda la adaptación que hizo el guionista Chris Weitz. Me parece que la película está hecha más para el disfrute de aquellos que ya han leído el libro y conocen bien todo el trasfondo de la trama, que para los que (como quien esto escribe) todavía no han leído la novela.
En concreto, siento
que en la película todo se nos presenta muy asimilado, sin muchos antecedentes ni detalles que nos ayuden a entender el universo que presenciamos en The Golden Compass, un mundo que es una mezcla de realidad y fantasía, que luce como una Londres atemporal, con una estética entre decimonónica y futurista (la gente se mueve en transportes de diseños ultra modernos). A primera vista, la historia se nos antoja como hermana de The Chronicles of Narnia, libro de C.S. Lewis, con una galería de animales parlantes e inteligentes que acompañan a los humanos, como una especie de totems espirituales, que van con ellos a todos lados, los protegen y sentirán incluso el dolor del animal si es lastimado.En un colegio que recuerda al Hogwarts de Harry Potter, Lyra (Dakota Blue Richards), una curiosa niña que tiene en un hurón, capaz de transformarse en gato, a su animal espiritual, es impresionada con el descubrimiento que hace su tío, Lord Asriel (Daniel Craig) sobre un misterioso polvo que está cayendo del cielo en una región del Polo Norte, tan poderoso que es capaz de unir mundos. “El magisterio” es un cuerpo de gobernantes malignos que no estarán a favor de sus estudios y planes para ir a explorar la región.
Una bella aristócrata que apoya al magisterio, Marisa (Nicole Kidman), propone a Lyra llevar a cabo un viaje al Ártico para observar “el polvo”. Sin embargo, el mejor amigo de Lyra es secuestrado junto a otros tantos niños, todos de origen humilde, por una organización que les realiza experimentos enfocados a separarlos de sus animales acompañantes, por verlos como una especie de fuente de "pecado". Lyra llevará en su aventura la brújula dorada del título, llamada “aletiómetro”, su única “arma” que le permite ver imágenes de todo lo que desee saber, y además hará amistad con un enorme oso polar, Iorek (voz de Ian McKellen), que recuerda al león Aslan de Narnia-, quien le ayudará en su travesía en un artefacto movido por globos, topándose con más de estos osos guerreros, brujas voladoras, gitanos arqueros, etc.
La película es la adaptación del primer libro (también conocido como “Northern Lights”) de una trilogía titulada “His Darker Materials”, y en parte eso explica el porqué también el filme, con unos estupendos efectos digitales en la forma de todos los animales animados y tan sólo un par de escenas rescatables: la pelea de los osos y la corta batalla final (por decir algo), se siente como una simple introducción a las que esperemos sean unas más emocionantes aventuras que le deparan a Lyra en las secuelas, que las vistas en este olvidable filme fantástico.




El ciclo de películas de horror y suspenso paranormal, Películas para no Dormir, no podía dejar fuera a uno de los realizadores españoles más representativos del género, el catalán Jaume Balagueró, con una película bien realizada, aunque tiene en su contra el contar una historia trillada, con varios clichés, nada original y lugares comunes. Se trata de Para entrar a Vivir (España, 2006), que de nuevo nos presenta a la típica pareja de recién casados en búsqueda de un lugar para vivir. Cuando lo encuentran, claro, discuten porque a uno le gusta y al otro no le da buena espina. El sitio, como siempre, no será precisamente el más bonito del orbe y no les deparará unas sorpresas muy agradables.
Un hombre empaca las pocas pertenencias que necesitará en su último hogar: una clínica para enfermos terminales. Nunca se sabe la enfermedad que padece Dimitri (Jaques Dutronc, estupendo), pero poco a poco lo está acabando. El pesimismo lo invade, y al llegar a la clínica, la apatía hace mella en él. Una voluntaria, Suzanne (Sandrine Bonnaire) ayudará a que Dimitri recobre la voluntad de vivir, para pasar con entusiasmo los días que le quedan de vida.
















