Riva Krymalowski y su "conejo rosa". |
When Hitler Stole Pink Rabbit tiene ese encanto propio de los filmes familiares que pueden verse los domingos por las mañanas; inofensivo, seguro, y con una flecha escurriendo de miel apuntando directo a tu corazón, lista para ser disparada al final de la historia. ¿Quién dice que todos los filmes sobre los inicios del nazismo en Alemania tienen que ser crudos, tristes, y violentos? Ahí está, por ejemplo, JoJo Rabbit, la cual, de todas formas, comparada con Pink Rabbit, es tan violenta como Inglorious Basterds, de Tarantino. Durante las primeras tres cuartas partes de Pink Rabbit, dirigida por Caroline Link, y basada en el libro homónimo escrito por la ilustradora Judith Kerr, no hay un sólo momento de tensión que verdaderamente sacuda a la familia protagónica.
La película cuenta el exilio forzado que Arthur Kemper (Oliver Masucci, de la serie Dark), periodista judío, tiene que hacer junto a su familia con la llegada de Hitler al poder. Todo nos es contado desde la mirada inocente de Anna (Riva Krymalowski), niña de 10 años, aficionada a dibujar imágenes que representan catástrofes, y propietaria del conejo de peluche rosa del título, el cual tiene que dejar atrás durante la huida de su familia hacia Suiza. Todo es felicidad radiante en el núcleo familiar, y nada, ni siquiera este exilio del padre, cuyo trabajo se ha caracterizado por criticar duramente la situación política y los peligros del fascismo emergente, parece tocar dicho estado.
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