Ída Mekkín Hlynsdóttir e Ingvar Sigurdsson |
Al inicio de A White, White Day (Hvítur, hvítur dagur), seguimos a un auto por una carretera cubierta de neblina. La sensación de un peligro inminente nos empieza a invadir, y no es revelar mucho el comentar que dicho auto se accidentará (ocurre en los primeros dos minutos), saliéndose del camino. Lo único que escuchamos es el ruido que el auto hace al caer. Más adelante, esta película, dirigida por el joven realizador islandés Hlynur Palmason, demandará una considerable paciencia del espectador. Durante cerca de una hora, no sabemos a ciencia cierta de qué trata realmente este filme, cuya historia tarda mucho en despegar.
El escenario es un pequeño pueblo, en donde el protagonista, un avejentado ex policía, Ingimundur (Ingvar Sigurdsson), ronda por su casa a medio construir. El mismo Ingimundur se encuentra construyendo la casa, a la que le faltan varias ventanas (con espacios cubiertos por plásticos), y con algunos caballos rondando por el lugar. Ingimundur se encuentra tomando terapia psicológica, y el resto de su tiempo libre lo pasa con su nieta, Salka (Ída Mekkín Hlynsdóttir), yendo a pescar salmón, o jugando en la casa. Concluir -o entender- lo antes descrito lleva algo de tiempo; el ir uniendo los puntos de su desarrollo; ir tejiendo los hilos de las relaciones de sus personajes, debido a la falta de detalles e información suficientes en un guión en extremo simple (escrito por el mismo Palmason). Cuando nos acercamos a la mitad, la historia finalmente toma vuelo, justo cuando Ingimundur descubra, entre las cosas guardadas de su esposa fallecida, que ésta le era infiel.
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