Cassandra Sánchez Navarro |
Luego de haber escuchado a una crítica de cine comentar, en el momento de su estreno, que Cindy La Regia era mucho mejor que 1917, la curiosidad por comprobar tal afirmación me carcomió las entrañas, y me impulsó a ver aquel filme mexicano. Mi conclusión: prefiero ver un millón de veces el filme bélico de Sam Mendes, que someterme a ver tan sólo la primera hora de "Cindy". Honestamente, he visto cuentos de hadas más creíbles -y mejores-, que esta pésima mezcla de Clueles con El Diablo Viste a la Moda. Dos directores (!Sí, dos!), Santiago Limón y Catalina Aguilar Mastretta, son los responsables del filme, y se nota que no se pusieron de acuerdo en varias cosas.
Para empezar, el enfoque. La premisa termina fracasando, pero decir mucho al respecto sería revelar el final (no te pierdes de mucho, ya lo sabemos después de la primera media hora). La Cindy del título (Cassandra Sánchez Navarro, con un acento regiomontano apenas convincente), una "niña fresa" que gusta llamar a Dios "Daddy God" (entre otros vocablos en inglés que gusta de pronunciar cada minuto) y de tener conversaciones consigo misma frente al espejo, huye de San Pedro Garza a la Ciudad de México, luego de que su novio le propone matrimonio durante una fiesta, en la que, de paso, termina haciendo el ridículo. Al llegar a nuestra gran metrópoli, sin motivos ni un plan muy claros, se instalará con su prima lesbiana-feminista (Regina Blandón) en su muy humilde hogar. Todo está listo para emprender su aventura chilanga.
Sin embargo, una vez que su acento desaparezca por arte de magia, Cindy descubre que sus padres (Eñoc Elaño y Alexandra de la Mora) le han cortado "los fondos" en sus tarjetas de crédito. Milagrosamente (o gracias a "Daddy God") conseguirá trabajo de inmediato, nada menos que en la revista "Moi", y su directora en la vida real, Martha de Bayle (quien no tiene un ápice de actriz), hace una "aparición especial" como la nueva jefa de Cindy. Ya sé que Devil Wears Prada fue también un gran comercial para la revista Vogue, pero al menos recurrieron a Meryl Streep, una actriz real, para interpretar el papel de jefa insufrible.
Dejando de lado que Cindy la Regia es también un buen comercial para la revista "Moi", la película descuida a su personaje principal totalmente. Además de escribir un blog, Cindy demuestra que tiene una vena de editora gráfica (o algo así), lo que lleva a convencer inmediatamente a Debayle para contratarla. El gran problema, es que nada de esto se aprovecha para hacer a Cindy más interesante como personaje, el cual se nota confeccionado a imagen y semejanza de Alicia Silvestone en Clueles, y de Reese Witherspone en Legally Blonde. Martha Hinojosa, la guionista, no supo ver que aquellos dos personajes femeninos estaban bien escritos; que tenían objetivos y motivos claros, y, sobretodo, que esos filmes tienen buenas historias en comparación. Toda la trama termina más enfocada en el muy insípido doble romance que Cindy empieza con un fotógrafo (Giussepe Gamba), y un empresario adinerado (Diego Amozurrutia), los dos "príncipes azules" (bueno, ni tanto) del cuento.
Entiendo que la historia intenta infructuosamente ser, además de una parodia del adinerado universo de una chica de provincia (bueno, ella dice que no es provinciana, ya que eso le suena quizás degradante), sino que su aventura sea un choque contra la forma de vida a la que está acostumbrada. Pero el guión es verdaderamente pobre, al cual se nota necesitaron trabajarlo mucho más. Para las moralejas que nos da al final, la historia se queda demasiado corta, al igual que las actuaciones, flojas y aguadas. Isela Vega me pareció es la que más se salva, interpretando a la abuela con espíritu-de-adolescente de Cindy, la voz de la razón en el filme. Definitivamente, yo me voy a ver de nuevo 1917.
Mi primera entrada a mi lista de lo peor del 2020.
⭐️1/2
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