No es nada difícil adivinar el camino que irá tomando la historia, cuando veamos que el viaje por carretera de David (Wilson) y Amy (Beckinsale), se interrumpa cuando su coche se descomponga en medio de la noche y tengan que dirigirse al motel más cercano. El encargado (Frank Whaley, cual primo-hermano del Norman Bates de Psycho/Hitchcock/1960) les dará una habitación que no será más que una trampa, en la que quedarán atrapados cuando se den cuenta por unos vídeos que están a merced de unos aficionados a las grabaciones snuff (vídeos con violencia real y explícita).
La tarea de David y Amy será una: escapar de los asesinos, que no se detendrán hasta matarlos. Habrá muchas salidas posibles y seremos testigos, en este juego del gato y el ratón, de las metidas de pata que cometerán David y Amy en su desesperado intento de huir. Los errores -y uno que otro acierto- de ambos, serán el ingrediente principal, que imprimirán verdadera emoción y adrenalina a una trama por demás elemental.
Lo curioso, es que contra todo pronóstico el filme acaba siendo muy entretenido como para pasar un buen rato. Tanto Wilson como Beckinsale tienen un buen desempeño desde el primer minuto. Los dos resultan muy creíbles como la pareja que no puede verse ni en pintura. Habrá que reconocer que, si bien el guión no es nada del otro mundo, el trabajo de Antal como director es sorprendente, al saber conseguir momentos lo bastante intrigantes como para mantenernos fijos en la butaca, todo apoyado en una buena dirección de sus actores.
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