Unos ángeles de acero algo oxidados. |
Una idea que no te crees ni a golpes. Bono, de U2, quiere comprar los derechos de una canción compuesta por una vieja banda de rock mexicana, ahora disuelta (¡ajá, sí!). Con un contrato en millones de dólares de por medio (de nuevo, perdón ¡ajá, sí!), la ilusión del viejo vocalista de la banda (Damián Alcazar), según el guión, en sus "cincuenta y tantos" (de nuevo ¡ajá, sí!), y sus no menos viejos colegas, se ve evaporada cuando descubren, de pronto (otra cosa difícil de creer ¡Ajá, sí!) que la canción tiene un segundo autor, el guitarrista de la banda, desaparecido y sin rastro de él. El problema, claro, será que el contrato no podrá concretarse si Santos (Arturo Ríos), el guitarrista en cuestión, no está presente para firmar.
Nunca está claro cómo se llevará a cabo esta negociación, es decir, si Bono y su manager vendrán a México, o si la banda tenga que ir a Europa. El caso es que (y para no arruinar la historia para quienes no hayan visto el filme), algo ocurre que provocará que el asunto se posponga por largos... ¡dos años! (otra cosa que no me creí para nada, este lapso de tiempo).
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