¿SE VAN TAN RÁPIDO? Kate Winslet y Christoph Waltz no pueden irse del apartamento de Jodie Foster y John C. Reilly. |
Carnage es un poco como El Angel Exterminador (1962), de Buñuel. Muy posiblemente, Yasmina Reza, la autora de la obra teatral en la que se basa el más reciente filme de Roman Polanski, haya tomado aquel filme de Buñuel como inspiración. En el filme del legendario director español, un grupo de invitados a una fiesta, por alguna misteriosa e inexplicable razón, no pueden dejar la residencia en donde tiene lugar el evento. Algo muy similar pasa en Carnage, donde una pareja de casados, encarnada por Kate Winslet y Christoph Waltz, no pueden dejar el apartamento de los Longstreet, interpretados por Jodie Foster y John C. Reilly.
El motivo de su visita: una pelea entre sus respectivos niños, que no acabó tan pacificamente como ellos hubieran deseado. Uno acabó incluso en el hospital. Como espectadores, acabamos encerrados también en el apartamento de la familia Longstreet, en donde tratan de decidir ambas parejas cómo resolver, de la mejor forma posible, todo este problema. ¿Cuál debe ser el castigo para el niño que golpeó al otro? ¿Quién tuvo la culpa? ¿Deberían verse los chicos para que dialoguen? Sin embargo, la historia, simple y sencilla en su concepción, dialogada y narrada con buen ritmo, va tomando otros rumbos y temas de discusión. Ocurren situaciones exasperantes para la señora Cowan (Winslet), como el hecho de que su marido es un insufrible abogado, engreído, que parece no preocuparse mucho por lo que pasó entre los niños, y que cada cinco minutos está con el teléfono celular en la oreja. Habrá otra situaciones más embarazosas para ella, cuando después de botanear y beber de más, algo hace corto circuito en su estómago, y acabe vomitando espectacularmente frente a todos.
El pleito entre los niños no es más que un pretexto para que se desencadenen pláticas, argumentos y debates sobre el machismo, el feminismo, sobre la vida matrimonial, la educación de los hijos, etc. Al final, los niños demuestran que pueden resolver mejor sus propios problemas, mientras sus progenitores, en definitiva, acaban siendo más infantiles, absurdos y empeorando más las cosas. Lo mejor, es que Polanski hace de esta historia, que no podría ser más teatral en su concepción y desarrollo, una experiencia pasablemente cinematográfica. Jodie Foster está magnífica en su papel de mujer culta y amante del arte (el corazón se me rompió nada más de verla sufrir por sus preciados libros de arte cubiertos de vómito), que termina perdiendo los estribos. Kate Winslet, igualmente, está intensa como la mujer nerviosa, con el estómago, literalmente, hasta el cuello, avergonzada de su accidental vaciado estomacal. En tanto, Christophe Waltz y John C. Reilly, como los dos tipos que acaban mostrando el otro lado de sus respectivas personalidades, están por igual geniales.
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