AMOR Y POLÍTICA NO COMBINAN. Gérard Depardieu y Catherine Deneuve recordando un antiguo romance. |
François Ozon, el otrora wunderkind del cine francés, ahora con una carrera sólida y reconocida en Europa y el resto del mundo, se ha caracterizado por una clara y bien definida sensibilidad para las historias femeninas. Gusta de brincar de un género a otro (el thriller como en Les Amants Criminels; el musical en 8 femmes; el cine experimanetal en 5 x 2). En Potiche, Ozon vuelve a trabajar con Catherine Deneuve, su principal musa, en una película con un fuerte discurso feminista, no exento de comicidad. Una historia sobre el despertar y renacer de una madura ama de casa a finales de los 1970, encerrada en una rutinaria vida hogareña junto a su nefasto y machista esposo (Fabrice Luchini, genial), director de una fábrica de sombrillas (¿Alguna relación con The Umbrellas of Cherbourg, musical protagonizado por Deneuve?). El marido la trata como simple objeto, o como ella misma dice al inicio del filme, como un simple "adorno" (de ahí el título en francés).
Lo más interesante del filme, es la gradual transformación de Suzanne Pujol (Deneuve), quien además de dedicarse a los quehaceres del hogar, se divide entre seguir apoyando a su hija (Judith Godrèche), casada y a punto de acabar en una vida como la de su mamá, y a su hijo (Jérémie Renier, de Les Amants Criminels), quien además de estar en una relación con la hija de un antiguo rival de su padre, parece querer ocultar el hecho que es homosexual. Y esto último sorprende un poco. Ozon casi nunca falla en tener algún personaje homosexual, pero en esta ocasión, parece extrañamente tímido por mostrar al personaje del hijo como alguien abiertamente homosexual. Sin embargo, tal vez eso hubiera distraído mucho de la historia de Suzanne, quien dará el gran salto en su nueva vida como mujer ejecutiva, liberada y completamente realizada, cuando su marido sea tomado como rehén por sus propios empleados en medio de una huelga.
Adaptación de la obra teatral escrita por Pierre Barillet y Jean Pierre Grédy, viendo Potiche queda claro que el cine de los últimos años -no importa el país-, ha desarrollado una especie de fascinación por los 1970. Está aceptablemente ambientada, y hace un balance divertido entre la comedia romántica y la parodia política. En ese sentido, Catherine Deneuve sostiene la película de principio a fin de forma admirable; con una naturalidad y seguridad características de esta leyenda del cine francés. Gérard Depardieu, en más de un sentido, también "llena" la pantalla. El hombre podrá estar mastodóntico, apenas podrá con su alma, pero como el diputado de izquierdas y antiguo amante de Suzanne, del cual no queda más que un nostálgico recuerdo, está como siempre bien. A pesar de ser un filme disfrutable, mi problema fue al final, con Deneuve cantando. La señora tiene buena voz, es entonada, pero si Ozon quería hacer un musical, ya era demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario