SECRETOS Y DULCES MENTIRITAS. Benoit Magimel, François Cluzet y Marion Cotillard. |
El debut del actor Guillaume Canet como director es de esas películas con múltiples historias y elencos enormes. Aquí, el problema es que aquí el elenco, más que enorme, es gigantezco. Es necesaria una gran habilidad de un realizador para que todas las historias y personajes mantengan un nivel de interés mínimo, así como saber balancear cada trama y subtrama, saberlas entrelazar una con otra. Su apuesta es arriesgada en Little White Lies, ya que no nada más acaba la película sintiéndose con demasiados personajes, sino que nada más dos o tres acaban siendo los más interesantes.
François Cluzet, como siempre, ofrece una sólida actuación, encarnando al personaje más interesante dentro de la historia central. Su personaje, Max, es el adinerado dueño de un hotel, que ha invitado a sus amigos a la casa que tiene cerca del mar. Sus problemas para controlar su temperamento serán evidentes cuando Vincent (Benoit Magimel), un masajista y, además, su compadre, le hace una confesión que pondrá su mundo de cabeza: lo ama. Eso sí, aclara que no es homosexual. Rondando esta contradictoria afirmación, Canet adereza su película con momentos graciosos, especialmente, cuando los personajes de Cluzet y Magimel se vean en muy comprometedoras y tensas situaciones.
Marion Cotillard ofrece también una buena actuación, como la compleja y torturada chica medio hippie y bohemia, con problemas para sentar cabeza en sus relaciones sentimentales. Todos nuestros amigos son invitados por Max a la playa, luego de que un miembro del grupo (Jean "The Artist" Dujardin) sufre un horrible accidente en su motocicleta, que le deja la cara desfigurada y muy grave en el hospital. A lo largo del filme, todos recordarán los momentos más entrañables que pasaron con el amigo accidentado (el tipo era gracioso, uno hasta hubiera deseado que en lugar de estar en el hospital estuviera presente con ellos en la historia).
En medio de todo, surgirán reveladoras situaciones, peleas, reconciliaciones (hay un personaje obsesionado con su exnovia que acabó hartándome), y romances frustrados. Mientras, Max hace rabietas tratando de resolver un problema con unas zarigüeyas. Con 30 o 40 minutos menos (¡Dura 2 horas y media!), la película hubiera sido más digerible, disfrutable y, sobre todo, más ligera.
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