BIEN PEINADOS Y ESCOTADOS. Christian Bale, Amy Adams y Bradley Cooper. |
American Hustle, el más reciente filme de David O. Russell, es un trabajo entre la ficción y la historia basada en hechos reales. Trae de regreso a un buen puñado de actores con los que ya ha trabajado antes, en específico, Christian Bale y Amy Adams (de The Fighter); y Jennifer Lawrence y Bradley Cooper (de Silver Linings Playbook). Russell se ve que se acomoda y desenvuelve bien con ellos, que sabe extraer de ellos actuaciones excelentes. A pesar de todo, lo menos que demuestran en pantalla es un mínimo de química. Sin embargo, eso no significa que esta neurótica y casi paródica película de espionaje, ambientada nada menos que en los 1970 (década en la que se produjeron las mejores películas del género), no sea visible y entretenida, si bien algo larga.
La trama se va revelando en capas, conforme surgen las complicaciones de rigor provocadas por personajes del tipo que pueblan el filme. La recreación del año 1978 es sumamente lograda, incluyendo una fotografía granulosa, un inicio del filme con el viejo logo de la Columbia Pictures, una magnífica dirección fotográfica y de arte. Todo esto nos hace sentir que estamos viendo una antigua película producida en aquellos años. American Hustle, en parte, me hizo recordar Argo, esta última ambientada más o menos en el mismo año. El filme de Ben Affleck no estaba tan caprichosamente ambientado como este, pero al menos, sí tenía un suspenso come-uñas, cosa que American Hustle no tiene. No es precisamente un thriller que te mantiene con el alma en un hilo, por saber qué va a pasar con Irving Rosenfeld y Sydney Prosser (interpretados por Bale y Adams, precisamente), quienes empiezan su carrera delictiva y defraudadora como asesores financieros, que se dedican a engañar y robar a sus clientes.
A escena entra un agente del FBI de cabello aborregado, Richie DiMaso (Bradley Cooper), quien desmantelará dicho negocio fraudulento y propondrá a la pareja algo tentador: ayudarlo a espiar y atrapar a un corrupto congresista (Jeremy Renner), quien se encuentra realizando negocios con la mafia italiana, para así evadir el encarcelamiento. Esta es la excusa que Russell necesita para dirigir una mezcla de screwball comedy con una película de espías. Para ser un filme de espionaje, no hay mucha sofisticación técnica, al menos, en cuanto a los medios que DiMaso usa en su investigación. Pero hay algunos momentos divertidos, especialmente, cuando el realizador usa la historia como vehículo para exhibir a sus acostumbrados personajes neuróticos. Mi problema, es que no sentí simpatizar mucho con alguno de ellos. En definitiva, no creo que haya sido la intención de Russell que nos simpatizaran. No importa qué tan verbalmente graciosa sea Jennifer Lawrence en su papel de esposa insatisfecha, resentida y engañada, viviendo al lado de Irving, o que Bradley Cooper, en su papel de detective no muy hábil ni inteligente, esté gracioso en ocasiones.
Christian Bale ofrece otra de sus geniales y cameleónicas actuaciones (barriga cervecera incluída y calvicie prostética). Irving narra los inicios de su estafadora carrera emulando al niño rompevidrios en The Kid, de Chaplin. Robert De Niro tiene una mini participación como un mafioso, en una escena graciosa y con un pequeñísimo toque de suspenso, que involucra a un mexicano (Michael Peña) haciéndose pasar como millonario árabe. En corto, una película que se salva más por sus buenas actuaciones, que por su historia.
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