Rooney Mara como Lisbeth, en la versión americana de "The Girl With the Dragon Tattoo". |
Todavía tengo que leer el libro de Stieg Larsson, en
el que están basadas las dos versiones fílmicas de “The Girl with the Dragon
Tattoo”, la sueca y la más reciente hollywoodense, dirigida por David Fincher
(producida en conjunto con Yellow Bird, la misma que produjo la primer
película). ¿Cuál es más fiel al
libro del escritor sueco, fallecido en 2004? Me gustaría mucho saberlo.
Mientras, puedo decir que la versión de David Fincher me gustó más. La película
de Niels Arden Oplev es magnífica, pero la de David Fincher me emocionó mucho
más. Lo interesante es que entre una película y otra hay cambios mínimos, al
menos, en cuanto a historia se refiere. El que sentí más substancial de todos,
fue que Lisbeth, en la película de Oplev, tiene una historia de fondo más
intrigante, un toque psicológico que ayuda a que nos involucremos más con ella,
que simpaticemos con sus conflictos. Algo que el filme de Fincher no tiene, y
por ello, me costó simpatizar más con ella en este caso, interpretada estupendamente por Rooney Mara.
Comparado con el de Noomi Rapace, el look dark y gótico de Lisbeth en esta
versión es menos “amigable”, más freak. Es como si estuviéramos viendo a la
novia hacker de Brandon Lee en “The Crow”.
Con quien empaticé más fue con Mikael, interpretado
aquí por Daniel Craig, una más que acertada elección de casting. Craig es casi
la versión británica del actor sueco Michael Nyqvist, quien encarnó a Mikael en
la primer película. Tienen la misma mirada azul y fría, mismo tipo de facciones
duras y piel rugosa. Un cambio igualmente significativo, es el acento más
humano que Fincher le da a Mikael en su película. Su problema en la trama es el
mismo: Mikael se encuentra sentenciado a prisión debido a un artículo
difamatorio que escribió sobre un millonario hombre de negocios. La información
de su artículo la obtuvo de una fuente no muy confiable, la cual lo hizo con
toda intención de perjudicar a Mikael. Aquí, Mikael no está divorciado, pero sí
pasando por una crisis marital con su mujer (Robin Wright Penn), con quien trabaja en el diario “Millenium”. Aquí
también nos enteramos de que Mikael tiene una hija de unos veintitantos años (Josefin
Asplund), con quien lleva una buena relación.
Los que ya vieron la primer película –y leído el libro-
sabrán la historia: Mientras espera su sentencia definitiva, Mikael acepta un
trabajo de detective ofrecido por un millonario solitario, Henrik Vanger
(Christopher Plummer, pequeña pero genial actuación). Vanger, y el resto del
clan, viven en una isla, conectada con Suecia por un puente. Henrik le encarga
retomar una investigación, para saber qué ocurrió, en 1966, con su sobrina, Harriet,
la cual desapareció misteriosamente y creen muerta, ya que nunca se encontró su
cuerpo. El día de su desaparición,
hubo un aparatoso accidente en el puente y fue cerrado, por lo que Henrik cree
que el responsable de la desaparición de Harriet se encuentra en la misma
familia (en efecto, muy Agatha Christie). Lisbeth, por su parte, sufre el abuso
sexual de su nuevo guardián y custodio, quien la chantajea cada vez que esta
necesita dinero. Nadie mejor que Fincher para dirigir la escena de la venganza de Lisbeth, para darle la
crudeza sexual, violencia y opresión que vemos en la escena, más larga y
explícita que en el filme de Oplev.
Lisbeth contacta a Mikael gracias al espionaje virtual
que esta se encuentra haciendo sobre él, su trabajo, su vida personal, todo.
Así se entera sobre su investigación sobre la chica desaparecida y decide
ayudarlo a descifrar ciertas números anexos a una lista de nombres, que Mikael
encuentra en el diario de Harriet. La mancuerna de Mikael y Lisbeth comienza. La
investigación los lleva por
vericuetos relacionados con el nazismo, antisemitismo, misoginia y abuso sexual infantil. Martin, uno de
los sobrinos de Henrik y hermano de Harriet, es aquí interpretado por el sueco
Stellan Skarsgard. Su presencia aquí es más ambigua, emocionalmente hablando, más fría. De inmediato, se siente
que hay algo -o mucho- que oculta, en comparación con la actuación de Peter
Haber en el filme sueco. Si algo sabe transmitir un gran actor como Skarsgard,
es esa sensación ambigua, de no saber si se esta frente a un personaje bueno o
malo, con una sonrisa que en el fondo parece ocultar cierta maldad.
En resumen, la visión de Fincher es una más escalofriante,
opresivamente atmosférica. La dirección fotográfica es magistral. No por nada Jeff
Cronenweth acaba de recibir una nominación al Oscar en ese rubro. Su paleta es
fría, completamente neutra la mayor parte del tiempo, que aprovecha lo más que
puede la luz fría de la isla nublada, que de las luces artificiales. Sí, muy al
estilo del movimiento “Dogma”. Es un gran trabajo el de Cronenweth. Por otro
lado, la casa donde Mikael se queda está lejos de ser el más acogedor lugar de
la película sueca, y su única compañía será un gato. Fincher, con su
antecedente como director de The Fight Club y Seven, le da a la película el
tono que seguramente el libro merece más.
Uno de violencia más gráfica y que, sorprendentemente, tiene algo de
humor.
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