EL DÚO DINÁMICO Watson -muy a su pesar- y Holmes regresan para enfrentar una nueva amenaza terrorista. |
Una cosa es
cierta. Si uno disfrutó la primera entrega de “Sherlock Holmes” (2009),
disfrutará igual -o mucho más- la secuela, “Sherlock Holmes: A Game of Shadows”
(2011). Guy Ritchie vuelve a repetir en la realización, explotando todavía más la
química entre Robert Downey Jr, como el adrenalínico Sherlock, visualizado como un héroe de acción; y
Jude Law, como un no muy pasivo Dr. Watson, quien también se da tiempo para participar
en las peleas y escenas de acción. Suena a repetir una fórmula segura, que probó
funcionar como maquinaria de precisión anteriormente, pero el caso es que
Ritchie sabe cómo darle la vuelta a los personajes, sus conflictos y
situaciones. Es cierto, nuevamente es el terrorismo instalado en la Inglaterra
victoriana del siglo XIX, con atentados con bombas en toda Londres. Sólo que, a
diferencia de la primer película (que a pesar de que me gustó mucho, tomaba
prestado de “From Hell”), la secuela se siente fresca, renovada, con mucho
sentido del humor y, además, no requiere ver la primer película para que su
trama sea comprendida.
Robert Downey
Jr. sigue estando en su elemento, como pez en el agua, irradiando confianza y
comodidad en su interpretación de Sherlock Holmes. Este Holmes es más juvenil,
casi totalmente alejado del personaje literario original creado por Sir. Arthur
Conan Doyle (más educado, más “británico” y refinado), es experto en complejas
técnicas de combate (se siguen explicando paso por paso, en cámara lenta), un
preciso observador, maestro del disfraz, mordaz y a un paso de estar en el
manicomio. Parte de la fórmula consiste en retomar los dos personajes
literarios e instalarlos en el universo de una buddy movie (películas de
parejas disparejas, de amigos inseparables, que se odian pero complementan).
Así, desde la anterior película resultó interesante la interacción de un
Sherlock Holmes con una genialidad sorprendente pero de personalidad alienada,
del genio incomprendido pero con impresionante fuerza física, con un Dr. Watson
tranquilo, educado, inteligente y con tiempo para pelear y el amor.
En esta secuela,
vemos la boda de Watson (muy graciosa escena) y cómo le será imposible tomarse
un retiro (¿temporal?) de su colaboración con Holmes. Otra escena graciosa, es
la del viaje de luna de miel, que se nota inspirada en “Some Like it Hot” (el
viaje en tren, Holmes vestido de mujer, etc.). La combinación de comicidad y
escenas de acción, de trepidante edición y cargadas con mucho suspenso y emoción, resulta estupenda. El
villano es el famoso profesor James Moriarty (Jared “Mad Men” Harris”), quien
es como el alter ego maligno de Holmes. Es decir, un genio pero con planes de
acabar con el mundo, queriendo provocar la Primera Guerra Mundial causando
discordia entre Francia y Alemania con atentados bomba. Se agregan también el
hermano de Holmes (Stephen Fry), un diplomático con tendencias exhibicionistas
(otra escena muy cómica) y la parte femenina está encarnada en una gitana
(Noomi Rapace, la chica de “The Girl with the Dragon Tatoo), quien se unirá a
Holmes y a Watson para perseguir a Moriarty.
Si en la primer
película una de las mejores escenas de acción era aquella del puerto, con el
enorme trasatlántico cayendo al agua y la avalancha de troncos, en la secuela (además
de la mencionada del ferrocarril) de las mejores escenas es aquella de la
persecución y balacera en el bosque. El uso que hace Guy Ritchie de la cámara
Phantom de alta definición, que filma a una gran velocidad permitiendo un mayor
detalle en la cámara lenta, es inteligente. Aunque a veces está en peligro de caer
en el abuso, te hace disfrutar las escenas al doble (o triple), y te da la
sensación de estar en medio de la acción. En general, cada pieza y engranaje de
esta producción funciona excelentemente. Su diseño de producción sigue siendo
magistral, incluyendo su ambientación. Espero que la tercer película (seguro la
habrá) continúe por el buen camino.
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