Sphere deja de lado las reflexiones psicológicas y científicas, así como todo suspenso, de su fuente original, la novela homónima de Michael Crichton.
No recordaba si había visto Sphere (1998) en el momento de su estreno. Después de haber leído la novela original, escrita por Michael Crichton en 1987, que me ha fascinado por completo (tanto como Jurassic Park), quise ver que tan bien (o mal), le había quedado a Barry Levinson su adaptación al cine. Ha sido una gran decepción. Como suele suceder en las malas adaptaciones de novelas al cine, todo lo mejor del relato de Crichton ha quedado fuera, dando como resultado una descafeinada película de suspenso psicológico, ambientada en las profundidades del océano.
Sphere, la novela, es un interesante estudio sobre la psique humana, en la forma de una entretenida historia de ciencia ficción. El pretexto es el descubrimiento de la esfera del título, dentro de una nave que se cree extraterrestre, la cual se estrelló en el Océano Pacífico hace 300 años. Lo que hace a esta esfera tan fascinante, tanto en la novela como en la película, es que todo aquel que se ve tentado a entrar en ella sale con el poder de materializar sus pensamientos y emociones, o lo que el psicólogo y especialista en crisis de accidentes aéreos, Norman Johnson (Goodman en la película), llama la “sombra”. La “sombra” es esa parte obscura que vive en nuestro subconsciente, que se alimenta de nuestros sentimientos y emociones más bajos. Algo cercano a lo que Goya describe en uno de sus grabados como “El sueño de la razón produce monstruos”, que puede ser una de las premisas del libro.
Se puede esperar en la película toda clase de modificaciones, tanto en la historia como en los personajes. La menor de todas sería, por ejemplo, que el matemático Harry Adams, (interpretado por Samuel L. Jackson), tiene más edad que el astrofísico Ted Fielding, (interpretado por Liev Schriever), o cosas que ocurren hasta el final en la novela son adelantadas en los primeros minutos del filme. Pero esto es una pequeñez comparado con el más grande problema que tiene la película. Además de que la película, a diferencia de la novela, no tiene pizca de suspenso, o de que Levinson apuesta por espacios más claustrofóbicos, el final fue totalmente malentendido. Me refiero al clímax, en el que Norman (Dustin Hoffman), Harry y Beth (Sharon Stone, guapa a pesar de tan “acuáticas” circunstancias), intentan escapar en el minisubmarino. Cada uno, con el poder que les ha conferido la esfera, entrecruzan sus pensamientos haciéndose más difícil el escape, creando en el espectador (en especial el que no ha leído el libro) tremenda confusión. Basta decir que en el libro esta parte es completamente diferente, mucho mejor y más emocionante.
Lo más frustrante, es que teniendo una gran historia, un reparto excelente (me olvidé de mencionar a Peter Coyote) y una producción magnífica (las escenas dentro del agua están estupendamente filmadas y los sets logrados), todo se desaprovecha por un guión incluso misógino (en la película Beth es una alcohólica y maniaca con tendencias suicidas), y que ha prescindido, lamentablemente, de la principal estrella de la novela. No me refiero a Norman, quien creo que es uno de los personajes más interesantes que ha creado Crichton, sino al gigantesco calamar, que es una amenaza constante en toda la historia en la base submarina (¿La producción se habrá quedado sin presupuesto para crear un calamar gigante digital?). El calamar aparece escasos minutos, y nada más se ve en los radares y por una pequeña ventana. En la película se apuesta más por un suspenso entre los personajes sobrevivientes. Pero que caso tiene darle un giro a la historia de esta forma, si la adaptación (por cierto, realizada por un tal Kurt Wimmer) es fallida, insustancial y aburrida.
++Disponible en un DVD sin extras notables, tan sólo unas notas de producción. El DVD región 4 es algo más interesante, ya que contiene un texto sobre la historia de la ciencia ficción y un documental de 14 minutos sobre el desarrollo de los efectos especiales de la película.
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