De origen irlandés, el mafioso Sullivan lleva una doble vida: gángster protegido de John Rooney (Paul Newman), patriarca de un clan de mafiosos irlandeses y, por el otro, padre de familia responsable. Connor (Daniel Craig), primogénito de Rooney, comienza a sentirse relegado y celoso de Sullivan, quien junto a su hijo, deberá huir al ser perseguidos por Connor, luego de que este asesinó a su esposa (Jennifer Jason Leigh) y al hijo menor. Sin embargo, Connor encargará el trabajo al prototípico fotógrafo “paparazzi” de aquellas épocas (no aquellos de la “prensa rosa” moderna, sino los que buscaban desesperadamente la fotografía de “nota roja”) y matón a sueldo (Jude Law) para eliminarlos.
Sam Mendes hace honor a su faceta teatral y logra extraer al máximo el talento de sus actores. Hanks se supera consiguiendo una soberbia actuación, como pocas en su carrera. Mientras, el tratamiento visual de la película, bajo la batuta del fotógrafo Conrad L. Hall, es elegantísimo, aspecto que le llevó a ganar a la película su único Oscar. Valiéndose de los altos contrastes, rescata la estética del film-noir, y nos envuelve en una atmósfera obscura y tétrica, siempre acentuando con ello el lado violento de Sullivan.
La producción es impecable, cuidada al detalle. Un magnífico diseño de vestuario, así como una de las mejores ambientaciones que he visto de los 1930, la cual tuvo una falla imperdonable: el modelo de cámara Speed Graphic que usa el personaje de Jude Law, no fue fabricado sino hasta el período de 1940 a 1946.
El filme no iguala ni supera American Beauty, aunque al menos para mí, puede quedar inscrita como una obrita maestra dentro del género noir, con un relato clásico sobre el mafioso en vías de redención y sediento de venganza. El mismo Michael imagina a su padre como una especie de "Llanero Solitario", vamos, su héroe al final, perdonándole sus crímenes. "Jamás volví a tocar un revolver en mi vida..." dirá Michael Jr. en el último plano de la película.
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