martes, 8 de octubre de 2024

ANATOMY OF A FALL

Sandra Hüller
 

Sandra Hüller es una muy buena actriz. Sin ser precisamente de mis favoritas, reconozco que el trabajo que he podido ver de la actriz alemana hasta ahora (Toni Erdmann, The Zone of Interest, por mencionar algunas) me ha gustado. En sus actuaciones, Hüller transmite una clásica y fría seguridad germana, una "über" confianza que me deja casi siempre helado. La suya es una especie de seriedad sonriente inexplicable. En Anatomia de una Caída Hüller fue nominada al Oscar a Mejor Actriz este año, por un papel que es completamente opuesto a todo lo que he visto de ella a la fecha: vulnerable y en total efervescencia emocional, un rango inédito para mí. 
 
Gracias a la calculada dirección de Justine Triet, Hüller llega a puntos insospechados, en una historia que, desde el inicio, mantuvo mi atención y me enganchó desde el inicio. Me adentró, sin preámbulos, en la historia de una muerte (¿anunciada?) y el misterio detrás de la misma.
 
En el centro de Anatomia de una Caída está el caso sobre la muerte de Samuel (Samuel Maleski), un escritor francés, por haber caído desde el punto más alto de su "chalet" en los Alpes suizos. Al menos, esa es una de las teorías. No hubo testigos directos, estando el "chalet" en un paraje desolado y tranquilo. Poco antes, su esposa, Sandra (interpretada magníficamente por Hüller), también escritora, era entrevistada por una periodista dentro de la casa, hasta que, entre las risas y cierto flirteo por efecto del vino, una música ensordeceramente a todo volumen las interrumpe (para ser exactos, la canción P.I.M.P.). Dicha música termina convirtiéndose en el detonador de los recuerdos del hecho.
 
Daniel (Milo Machado-Graner, en una muy buena actuación), un chico preadolescente e invidente, hijo de Sandra y del fallecido escritor, se encontraba lejos de la casa paseando a su perro pastor ovejero (Messi, la sensación en la ceremonia de los Oscares) cuando ocurrió el hecho. Daniel y la periodista serán lo más cercano a considerarse testigos, aunque no muy confiables. Un viejo amigo de Sandra, Vincent (Swann Arlaud), abogado, estará a cargo de su defensa, al ser inmediatamente considerada como principal sospechosa de la muerte de su marido.
 
Triet consigue lo opuesto a un thriller de investigación: uno más cerebral, más verbal incluso, en donde si hay momentos de emoción y tensión son los que tienen lugar en la corte donde se desarrolla el juico. Es el reflejo totalmente opuesto a las películas de juicios de Hollywood. No sólo la corte luce por completo diferente, sino que los interrogatorios también. Definitivamente no veremos a la jueza en turno martillando sobre su escritorio pidiendo silencio, y es que la verdad no hay necesidad, debido a que tenemos en este corte al público más silencioso que jamás haya visto. Tampoco tenemos abogados intensos gritando "objeción" cada 5-10 minutos.
 
Si acaso, un punto débil en el filme es que el juicio está densamente cargado de interrogatorios y declaraciones. El abogado encargado de demostrar la culpabilidad de Sandra es quien tiene total protagonismo en estas escenas. Este abogado (Antoine Reinartz) más que comportarse como tal será como un inquisidor, dipuesto a mandar a la hoguera a Sandra. ¿Tenía motivos para haber podido matar a Samuel? Algunos, y este abogado se encargará de no dejar cabo suelto cada vez que enfrente a Sandra ferozmente con interrogatorios, que llegan a tocar los aspectos más íntimos de su vida privada.
 
Anatomia de una Caída es un título genial e inteligente para la película. No había visto antes en un filme sobre un juicio analizar, precisamente, una caída, incluyendo tanto videos de los forenses recreándola, como una maqueta de la casa en donde tuvo lugar la muerte. Sin embargo, también es cierto que la historia tiende a desinflarse durante el juicio entre tantos interrogatorios, además de dar cierto tedio, producto del cambio de lenguaje cuando Sandra tiene oportunidad de hablar (por cierto, aquí la acusada puede hablar cuando quiera, sin pedir permiso a la jueza). Su lengua materna es el alemán, pero es obligada a hablar en francés durante todo el juicio. Y cuando su francés es algo limitado, Sandra tiene que recurrir, no al alemán, sino al inglés. 
 
Afortunadamente, ni el tedio ni la verborrea diluyen mucho el suspenso en esta corte trilingüe, a la que asiste también Daniel, a pesar de lo difícil que es para él estar ahí y escuchar declaraciones sobre la bisexualidad de su madre, de sus infidelidades, y de la infelicidad en su matrimonio. De hecho, debo confesar que hay una parte en la película donde odié por completo a Daniel (si son amantes de los perros seguro el sentimiento será mútuo), y que tiene que ver con un incidente con su perro. Es difícil de ver, el corazón se te encoje, pero reconozco que el chico fue para mí el personaje más interesante.
 
Terminé simpatizando con Daniel, no sólo por el hecho de ser invidente, sino porque es el más sensible de todos. Es talentoso para el piano, y mientras lo escuchamos en ocasiones tocar en el piano Asturias, de Isaac Albeniz, o en otra parte el preludio en Mi Menor de Chopin, es admirable verlo también depender de sus otros sentidos para lidiar con toda la situación, y tratar de llegar a la verdad sobre la muerte de su papá. Es posible ver también en su mirada vacía que la duda sobre la inocencia de su mamá se encuentra anidada dentro de su alma, aunque sea un poco.
 
Daniel tiene su gran momento casi al final, decisivo y crucial, para el desenlace del relato. En su discurso, por su inteligencia y sensibilidad, no pude más que concordar con él. Anatomia de una Caída es, de todas formas, uno de esos filmes que dejan al espectador sacar sus propias conclusiones (más o menos como pasa en The Staircase, la serie de HBO, basada en un caso real y similar al de este filme), sin llegar a una respuesta definitiva. Yo terminé estando del lado de Sandra. ¿Y usted?

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