Daisy Ridley, John Boyega, y BB-8. |
Pero podemos respirar tranquilos. J.J. Abrams, ahora al mando de los controles, y con la Disney como dueña de los derechos de la franquicia, se ha encargado de rearmar y reconstruir la franquicia (como lo hizo con la franquicia de Star Trek recientemente), y regresarle su gloria perdida a Star Wars, llevándonos de vuelta a lo que las películas fueron hace más de 30 años. Como verdadero fanboy, Abrams ha hecho una película para sí mismo, aquella con la que siempre soñó, pero también una para los seguidores más fervientes de Star Wars. Una película que, cómo el mismo lo ha dicho, pudiera trasmitir lo que sintió de niño al ver por primera vez, en 1977, A New Hope. Lo ha conseguido, o tal vez, consiguió algo muy cercano a ello.
Abrams hace un inteligente balance entre una más tradicional manera de filmar, a la antigua, con efectos especiales más prácticos (es más, decidió incluso no usar cámaras digitales, sino película), que con efectos digitales. Es cierto, hay CGI, pero al mínimo, y la sensación es de tener nuevamente en pantalla la visión que originalmente tuvo George Lucas: de las locaciones reales, de los paisajes desérticos y arenosos, de los modelos a escala, las maquetas, del maquillaje y los animatrónics. La historia, en esencia, es lo mismo que hemos visto en las primeras películas, pero irónicamente, hay mucho nuevo qué contar.
Si hay un logro de Abrams, más que el técnico, es haber podido reunir a todo el reparto original de las primera trilogía, Mark Hamill, Harrison Ford, y Carrie Fisher, quienes interpretaron a los irónicos y heroicos Luke Skywalker, Han Solo, y la princesa Leia, respectivamente. Al verlos se siente el peso del tiempo (30 años no han pasado en vano), pero lo cierto, es que los personajes se encuentran perfectamente ubicados en el nuevo episodio, cada uno con una historia de fondo que nos dice que no han estado sentados viendo pasar el tiempo. Leia, por ejemplo, es ahora general de la resistencia en contra de la nueva amenaza, la Primera Orden, el resurgimiento del lado obscuro, comandado por el nuevo villano, Kylo Ren (Adam Driver), quien ha regresado para resucitar la antigua misión imperialista de Darth Vader (a cuya achicharrada máscara rinde un culto casi religioso en una escena).
Junto a los viejos héroes se encuentran nuevas adiciones. Rey (Daisy Ridley, quien parece la hermana menor de Keira Knightley), una versión femenina de Luke, vive en un planeta arenoso y desértico, ha escuchado historias y leyendas de los Jedi, y sobrevive recolectando chatarra para poder comer. Cuando un simpático robotín con forma de pelota de fútbol, BB8 (no creado digitalmente, sino un robot real), el cual contiene información crucial sobre la ubicación de Luke, se tope en el camino de Rey, una aventura (¡oh, sorpresa!) empezará para ella. Mientras, tenemos las historias de un piloto de la resistencia, Poe (Oscar Isaac), verdadero dueño de BB8, y un stormtrooper desertor, Finn (John Boyega), quienes deciden hacer equipo con Han Solo, y su inseparable y peludo amigo, Chewbacca (Peter Mayhew).
La mente maestra detrás de la nueva fuerza imperial es Snoke (el experto en motion capture Andy Serkis), quien al estilo del Emperador Palpatine de la trilogía original, se encuentra siempre en la forma de holograma, escuchando las cuentas que Ren tiene que rendirle. Las huestes imperiales tienen una apariencia más "nazi" que nunca, en especial, en esa escena en la que Domhnall Gleeson, como el general Hux, lanza un discurso a todo pulmón hitleriano a miles de enfilados stormtroopers.
The Force Awakens no tiene mucho de la "magia" Jedi de los primeros filmes. Le falta un Obi Wan Kenobi, o un Yoda, filosofando sobre la "Fuerza". Es lo que hace de una película de Star Wars ser lo que es. Awakens, sin embargo, sí tiene mucha acción, sables láser luminosos, así como al majestuoso Halcón Milenario -una de las "estrellas" en la historia-, haciendo piruetas y volando a velocidad luz. No faltan las peleas entre los X Wings y las murcielaguescas naves imperiales (rediseñadas), ni Harrison Ford con toda su "hansoloesca" actitud, diciendo clásicos "soloísmos", como "Tengo un mal presentimiento de esto". Hay un inesperado peso dramático, con impacto emocional al estilo de The Empire Strikes Back, así como una misión especial que recuerda la batalla final de The Return of the Jedi. El fervor que tuvo la trilogía original es irrepetible. Fue algo que ni el propio George Lucas pudo traer de vuelta con su fallida trilogía de precuelas. Está por verse si esta nueva trilogía lo puede repetir. Es tentador siquiera el pensarlo, ya que The Force Awakens dibuja un panorama prometedor.
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