Jessica Chastain y Tom Hiddleston. |
Guillermo del Toro se mueve en terreno seguro, sabe qué botones oprimir, y qué controles manejar con los ojos vendados. La historia es tétrica y obscura, con buenas dosis de horror, en la que ha sabido embonar una bien contada historia de misterio. La ambientación de época es brillante, llevándonos al Búfalo de principios de siglo XX con sorprendente facilidad. El toque feminista le da todavía más sabor. Mia Wasikowska (excelente) interpreta a Edith, una chica que ha conocido lo paranormal de primera mano. Aspirante a convertirse en una escritora de historias de fantasmas, Edith se encuentra buscando una oportunidad de ser tomada en serio, ver su novela publicada, y quizás convertirse en la nueva Mary Shelley (a la que hace referencia en una línea de diálogo punzante y ácida).
Edith es visitada y atormentada en las noches por el espíritu de su madre ("Los fantasmas son reales", dice al abrir la película). Inspiración para sus novelas no le hace falta. A escena entra un joven empresario británico, Thomas (Tom Hiddleston, muy bien), buscando financiamiento para echar a andar su proyecto de una máquina para minería. Lucille (Jessica Chastain, tétrica), es su obscura y fría hermana, la cual todo el tiempo juega con nuestras percepciones y expectativas, comportándose como una serpiente buscando devorar a la frágil Edith. Allan (Charlie Hunnam, de Pacific Rim), sin mucho espacio para moverse en el filme, es el noble amigo de Edith con sentimientos hacia ella, pero sin mucha oportunidad para expresarlos.
La tenebrosa mansión en Crimson Peak es el nuevo hogar de los recién casados Edith y Thomas. La casa está habitada por horrendos fantasmas, que nada más ella puede ver. Extrañamente no hay mayordomo u otro tipo de servidumbre en la casa, la cual es como un personaje más en la historia. La residencia es un lugar que vibra, se siente viva, respira; con ventanas que parecen ojos observando todo lo que sucede. Aunque hay escenas de verdadero terror, magistralmente dirigidas, como ese trágico asesinato en donde la cabeza de un personaje es destrozada, después la historia pierde algo de fuerza e ímpetu en su parte intermedia. Si bien no es la mejor película de del Toro, es una pieza curiosa e interesante en su filmografía, que vale la pena revisarse. Nos volvemos a mover entre insectos y polillas, con una generosa cantidad de sustos, y fantasmas que parecen momias vivientes. Atraviesan paredes dejando enormes manchas negras, se deslizan por el suelo, y tienen una cualidad orgánica característicamente casi palpable. Con Guillermo del Toro, las historias son genuina y atípicamente, para no dormir
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