NO HAY IMPOSIBLES. Tom Cruise y Rebeca Ferguson. |
En esta ocasión, el número -casi circense- que abre la película, es ver a Cruise agarrado de la puerta de un avión, ... en pleno vuelo. Sin efectos especiales de por medio, pantallas verdes, fotomontajes,... ¡Nada! Es el mismo actor (seguramente agarrado de un arnés) volando encima del avión, con el aire cortándole la cara. Mientras, da órdenes al distraído pero siempre eficiente Benji (Simon Pegg, robándose cada escena en dónde sale, gracias a su calculada comicidad) en tierra, de abrir la puerta, en medio de una confusión comunicativa que no hace más que aumentar la dosis de emoción. Es la razón por la que las películas siguen atrayendo audiencias masivamente los fines de semana. La cosa es, simplemente, hacerlo todo en grande.
Rogue Nation (la quinta película de la saga, basada en la famosa serie homónima de los 1960s), tiene momentos así de sobra. Tom Cruise demuestra que sigue en excelente forma y condición física para aceptar una nueva misión. El IMF (Impossible Mission Force) está al borde de ser desmantelada, debido a sus cada vez menos ortodoxos métodos. Recordando, por ejemplo, ciertos hechos que pusieron en riesgo las relaciones entre E.U. y Rusia, cuando una explosión voló en mil pedazos medio Kremlin en la anterior película. William Brandt (Jeremy Renner) se encuentra dando la cara por todos ante un comité senatorial en Washington, en donde el jefe de la CIA (Alec Baldwin) propone la desaparición del IMF. En Londres, Ethan descubre la existencia de una organización terrorista, simplemente conocida como The Syndicate, formada por terroristas chechenos, cuyo objetivo es acabar con el IMF.
El pretexto para juntar otra vez al equipo, que incluye, además de Benji, a Luther, (Ving Rhames), es ir detrás de la organización terrorista y acabarla, antes de que ésta acabe con ellos. Rebeca Ferguson, la nueva "chica imposible", es una agente especial británica del MI5; ambigua, impredecible, y que decide echarle una mano a Ethan. Al menos cuando no parezca estar también del lado de los malos, es decir, con el jefe de los terroristas (un Sean Harris de rostro frío e imperturbable).
De los mejores momentos, es el homenaje a Hitchcock, en específico, a The Man Who Knew Too Much (1956), durante la escena de la ópera, con la nota musical crucial que específica cuándo se jalará el gatillo. Ethan se encuentra tras bambalinas, peleando con un tipo el doble de su tamaño, y al mismo tiempo en la mira de un tirador. Más adelante, hay secuencias de comerte-las-uñas, en donde Ethan tiene que lanzarse a una especie de remolino artificial de agua, antes de que el aire se le acabe, o una persecución en motocicletas, que valen el precio de la entrada. Es de reconocer que el realizador, Christopher McQuarrie (quien ya había dirigido a Cruise en Jack Reacher) ha conseguido un emocionante y entretenido filme de acción y espionaje. Misión cumplida.
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