sábado, 20 de diciembre de 2014

THE WIND RISES * * * * *

 CON EL VIENTO A SU FAVOR. Hayao Miyazaki
dedica su última película a su padre y a los aviones.
Al ver The Wind Rises, hay que hacerlo con plena conciencia de que estamos presenciando la última obra del genio de la animación japonesa, Hayao Miyazaki. El sensei ha anunciado su retiro, y no es fácil dejarlo ir. El tema de la película no podría ser otro sino el que siempre le ha apasionado: la aviación. Puede considerarse su mejor oda a los aviones, mostrándolos como maravillas de la ingeniería y mecánica, para la cual tomó como inspiración a su padre, quien fuera ingeniero aeronáutico. La película me recordó mucho a Porco Rosso (1992), otra de sus obras dedicada a los aviones, en específico, por el personaje de la chica diseñadora de aviones que aparecía en dicho filme. 

The Wind Rises también muestra a un joven ingeniero, un genio del diseño de aviones, Jiro (Hideaki Anno), quien poco antes de la Segunda Guerra Mundial diseñara el mejor avión de combate japonés. Es una de las mejores películas del director -la más madura, dicen muchos-, quizás incluso de las más románticas. Aunque prefiero al Miyazaki más surrealista y con historias más que rayan en lo fantástico, su última película es fenomenal, con la que cierra con broche de oro e invicto una admirable carrera en el cine animado.

Si bien está inspirada en hechos reales, Miyazaki no resistió la tentación de darle a la película un toque ligeramente onírico, como en la escena del gran terremoto en Kanto, ocurrido en 1923. Los  ruidos del cataclismo, más que naturales, parecen provenir como de dioses enfurecidos. En ese sentido, el rugido de los motores de los aviones son hechos con ruidos vocales. Es un diseño de sonido logrado de una forma muy original. Además, Jiro es un chico soñador, que se mueve entre la realidad y sus fantasias. Por sus problemas en la vista no puede ser piloto, por lo que enfoca sus energías creativas en diseñar aviones. En sus sueños se ve a sí mismo conviviendo e intercambiando ideas con el mayor de sus ídolos, Giovanni Batista Caproni (Mansai Nomura), un diseñador de aviones italiano, quien durante la Primera Guerra Mundial tuvo la ambición de diseñar el mejor avión de su tiempo. Miyazaki agrega también un toque fantástico en el diseño de algunos aviones.

La historia muestra la rivalidad entre Japón y Alemania en materia aeronáutica. Cuando Jiro viaja a este país para observar lo último en la tecnología de la aviación, parece que la película se convertirá   en un thriller de espionaje. Pero el realizador no quiere distraerse mucho del tema principal. Wind Rises es un canto de amor a los aviones. Como le dice Caprioni en alguna escena "los aviones no deben ser unas armas o máquinas de destrucción, sino objetos mágicos que no tienen límites". Y en el filme se muestran, inevitablemente, bellos y poderosos al mismo tiempo.

Jiro conocerá a una chica, Naoko (Miori Takimoto), aficionada a la pintura, y a la que había conocido años atrás siendo una niña, durante el terremoto. Más adelante, establecerá amistad con un misterioso alemán en Japón, Castorp (Werner Herzog en la versión en inglés), quien a primera vista parece un espía. Tenemos una tierna historia de amor entre Jiro y Naoko, desarrollándose en medio de una terrible epidemia de tuberculosis, con la guerra a punto de estallar, mientras el primero tiene sobre sí la gran responsabilidad de desarrollar el mejor avión de guerra, y poner a Japón en la cima de la modernidad. 

Aunque la película recibió una que otra crítica, específicamente, sobre el hecho de que pudiera enaltecer a Japón desde un enfoque armamentista, creo que Miyazaki tiene una intención opuesta. No nada más  muestra una visión completamente romántica sobre la aviación, sino que, como lo muestra la escena final, con ese escenario de guerra devastador, los aviones acaban caídos en el campo de batalla, como soldados, destruidos, sin importar lo bellos que puedan ser.


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