El problema con las películas dirigidas -y la mayoría de las veces producidas- por Luc Besson, es que si ya has visto una has visto casi todas. No digo que no tenga algunas películas visibles (The Big Blue, Leon: The Professional, Nikita), pero fuera de ahí lo que queda no es otra cosa que películas derivativas, con historias y premisas que ha repetido y trabajado hasta el cansancio. En resumen: churritos palomeros olvidables. A Lucy, su más reciente película, le queda a la perfección dicha categoría, un monumental mamotreto lleno de basura metafísica, que se vuelve insoportable al final. Si has visto The Fifth Elementh y Angel-A, dos filmes también de Besson, ya has visto más del 50 por ciento de Lucy.
BELLEZA SOBREHUMANA Scarlett Johansson como Lucy, divirtiéndose con la red de telecomunicaciones. |
La historia empieza bien, como un thriller de tráfico de drogas y mafias de Yakuzas. Lucy (su nombre coincide con el nombre con el que bautizaron a los restos fósiles de la primer mujer africana) interpretada por Scarlett Johansson, una chica que acaba involucrada por accidente en una peligrosa operación en Taiwan, al tener que entregar una maleta llena de una extraña droga sintética color azul a una banda de Yakuzas. Al ser usada como "mula" para traficar la droga, accidentalmente el paquete que lleva en su vientre se romperá, asimilando una sobredosis de la droga esparcida en su cuerpo. A partir del hecho, Lucy se transforma en una fenomenal chica superpoderosa, con geniales habilidades y poderes, como telepatia, telequinesis, visión extrasensorial (capaz de detectar enfermedades en alguien con tan sólo abrazarlo), visión "más allá" de lo evidente y otras absurdamente ridículas, tan sólo concebibles en un cómic de superhéroes. Es más, las habilidades de Lucy rivalizarían las de Yoda o cualquier caballero Jedi, por poner un ejemplo.
Llega un momento, minutos después de que Lucy empieza a descubrir sus nuevas capacidades, en que la historia pierde todo sentido. Lucy es capaz de hacer levitar a un grupo de hombres, desarmarlos, hacerlos como quiera en el aire, conectar su mente con la de una computadora, televisión, o cualquier aparato eléctrico y usarlo para lo que le venga en gana. La chica emprende una aventura de venganza viajando hasta Paris para detener la red de tráfico de los Yakuza, mientras busca la ayuda de un renombrado científico especialista en el cerebro humano (Morgan Freeman, inmaculado como siempre, y trabajando aquí seguramente para pagar la renta), y ver si la puede ayudar a volver a ser normal.
El cerebro de Lucy va evolucionando e incrementando su potencial (cualquier mortal nada más usa un 20 por ciento del cerebro, pero ella se encuentra usando más del 50 por ciento, y cuando llegue al 100 las cosas se pondrán feas y difíciles para ella). Como película, Lucy es de lo más pretenciosa, y es apenas pasable gracias a sus escenas de acción, además del buen trabajo que hace Scarlett Johansson. Y aunque todo este tema del cerebro humano, completamente pseudocientífico, puede sonar interesante, la trama en general acaba siendo aburrida y plana. Si se quiere disfrutar, se puede ver como una parodia de películas de superhéroes y mutantes a lo X-Men, y por supuesto, dejar el cerebro fuera de la sala de cine por un par de horas.
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