CON MUCHA LAVANDERI-FOBIA. Simon Pegg como un atormentado y paranoico escritor. |
Puede verse esta película como una cruza entre Michel Gondry, Spike Jonze y Charlie Kauffman. Aunque no alcanza los niveles de aquellos, esta aventura esquizo-paranoide nos lleva dentro de la perturbada mente de un frustrado escritor. Es una película inclasificable, un puro ejercicio de estilo, visualmente provocadora, y sin temor a exhibir una comicidad que raya el humor negro. A Fantastic Fear of Everything (2012) es una de esas art house movies susceptibles de ser pasadas por alto, y que quizás dependa de un rostro conocido y un nombre de peso como el de Simon Pegg para darle una oportunidad.
La actuación de Simon Pegg es valiente. El actor, especialista en comedia, toma el reto de meterse en la piel de un patético personaje por el cual, al final, no podemos evitar sentir un poco de compasión y sincera simpatía. En este primer largometraje del británico Crispian Mills, Simon Pegg da vida a nuestro atormentado escritor, Jack, la encarnación de todas las obsesiones, demonios y fantasmas de escritores que acaban atrapados en sus propios temas y obsesiones literarias. Es una clara demostración del talento y versatilidad de Pegg, en una brillante actuación que es un estudio de personaje, minucioso tanto en su nivel físico como emocional.
En su narración en primera persona, casi en la forma de un monólogo en su primera parte, la película no tiene como base un equilibrado guión, y se siente de lo más indisciplinada en su narración. Sin embargo, es la actuación de Simon Pegg la que salva y acaba por darle identidad al trabajo. El torturado Jack busca salir de su trastorno paranoide, que incluye ataques de pánico y un miedo irracional a salir de su casa. Su agente le da la oportunidad de su carrera, cuando le consiga una cita con un poderoso productor de Hollywood. En un giro freudiano, su psiquiatra y asesor le ayudará a ir superando sus trastornos, llevándolo a que explore en su niñez para que recuerde su primer trauma, cuando Jack fue abandonado por su madre en una lavandería.
La secuencia de la lavandería es de lo mejor, dentro de toda su irreverencia, franca comicidad y un ingenioso uso de encuadre. Pero si la película tiene otro punto fuerte, ese es su diseño de producción. Es genial en la manera de expresar la desastroza psiqué del personaje (un especialista en asesinos seriales, de hecho), con el tema del ojo como punto central, y que incluye animaciones en stop motion, edición frenética estilo videoclip, todo con un sabor surrealista.
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