Jean Dujardin y Bérénice Bejo causando furor en su primer encuentro. |
En estos tiempos del 3D, resulta un respiro que experimentos retro y nostálgicos como The Artist (2011) resulten un éxito, no nada más artísticos sino de taquilla. La película ganó este año el Oscar a Mejor Película (el primero dado a una película silente desde 1929), incluyendo el de Mejor Actor para el galo Jean Dujardin, su protagonista. Expresivo y buen bailarín, Dujardin prácticamente salió de la nada para ganarse la simpatía del público americano casi de inmediato. The Artist es una película silente, al menos, en un 95 por ciento. Se le podrá reprochar a la película ser una producción calculada para conseguir éxito instantáneo en Estados Unidos. Una historia de época, ambientada justo durante el inicio de la época de Oro de Hollywood (inicios de los 1930), cuyo tema principal es la difícil transición que representó para un carismático actor el paso del silencio al sonido en las películas. Además, tiene a un encantador perro, Uggie, amenazando con robarse la película en cada momento. La verdad, es que The Artist es una gran película, tan excelentemente filmada, que es difícil saber si fue producida en el 2011 o en 1931.
George Valentin (Dujardin), es un orgulloso actor de cine silente. Famoso, popular, un gran idolo del cine que hace honor a su apellido, al recordarnos a ese otro icono del cine silente -este sí de la vida real-, Rodolfo Valentino. George parece una mezcla de Valentino y Errol Flynn, en todas sus películas hace mancuerna con su inseparable perro (Uggie), con quien va a todas partes. Parece increíble, pero siendo un Jack Russell Terrier, Uggie podría haberle hecho dura competencia a un pastor alemán como Rin Tin Tin en aquellos tiempos. Michel Hazanavicius, el realizador, da en el clavo. Logra entre Valentin y su perro una mancuerna con una peculiar química, con mucho encanto. No nada más el perro es su compañero de aventuras en las películas, sino fuera de la pantalla. El asunto, incluso, se torna irónico, casi sarcástico. La esposa de George (una sorpresiva reaparición en cine de Penelope Ann Miller), con quien tiene problemas, le reprocha su total falta de comunicación. Es obvio que la pobre mujer se siente celosa del perro, a quien George le dedica su completa atención y afecto. Cuando su productor (John Goodman, intenso) le anuncie que el cine sonoro es el futuro y que dejará de producir películas mudas, George se niega rotundamente a hacer la transición, sea por miedo, necedad o porque cree que el sonido no tiene futuro. Un artilugio técnico que le resta méritos artísticos al cine.
El gran conflicto vendrá cuando una atractiva chica (la argentina Bérénice Bejo), de hecho una fan de George, pruebe suerte en el cine y se convierta en una exitosa actriz del nuevo cine sonoro. El trauma para George es la representación de los problemas que muchos actores realmente tuvieron durante dicha transición técnica. En muchos casos, tenía que ver con el hecho de que, pudiendo ser grandes y expresivos actores silentes, sonaban fatales al hablar en pantalla. Muchos actores extranjeros entraron en pánico, sobre todo por cuestiones del acento. Sin otra cosa en el mundo más que su perro y su fiel asistente (James Cromwell), George ve su carrera arruinada. Hay momentos sublimes, casi surrealistas, en sus pesadillas, al ver a los caníbales de su propia película de aventuras y a sí mismo miniaturizados en un bar. Hazanavicius pudo haberse inspirado en ese corto silente que Almodóvar agregó en "Hable con Ella".
Claro, The Artist no es una película silente convencional. Es un ejercicio de estilo y estético, lleno de pequeños y sutiles experimentos técnicos, como esos sonidos que George escucha, ocasionalmente, en objetos que mueve, mujeres que rien, etc., imaginándose a sí mismo en una dimensión paranormal (los sonidos se escuchan diferidos, con algo de retraso intencional). The Artist es como ver una mezcla de Sunset Blvd. con The Purple Rose of Cairo; Billy Wilder y Woody Allen puestos de acuerdo para rendir un homenaje monocromático al cine silente. Es un experimento similar al que llevó a cabo Chaplin en Modern Times, en donde el mismo actor-director parecía también batallar mucho para dar ese gran paso del cine silente al sonoro.
Si uno se pone muy quisquilloso, por ejemplo, un experto lector de labios podría descubrir que, en muchos momentos, lo que dicen los actores -excepto los norteamericanos- no coincide mucho con los intertítulos. Pero bueno, a quién le importa. Con su fotografía de inspiración expresionista, su genial banda sonora, mezclando comedia y arreglos dramáticos, The Artist es una joya, que se disfruta mucho más si a uno le gusta el cine silente. Es una película para críticos enamorados del cine antiguo.
1 comentario:
Aquí en españa pudimos ver el estreno mundial de esta película en el festival de cine fantástico de Sitges 2011. El auditorio estaba lleno a rebosar, incluso vi gente sentada en las escaleras que llevan al estrado de la pantalla, un éxito enorme, saludos!
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